Primo de John Adams, fue uno de los líderes en contra de la política
colonial de la corona británica y uno de los promotores del nacimiento
de los Estados Unidos.
Cursó sus estudios en el Harvard College (hoy Universidad de Harvard).
En 1740 dejó la escuela para comenzar a estudiar derecho. Ejerció
numerosos oficios, tras lo que comenzó a participar de forma activa en
los círculos políticos de Boston. Ya en 1756 le nombraron recaudador de
impuestos de la colonia, cargo en el que permaneció durante ocho años.
Promovió los disturbios de Boston de 1764 en protesta por la ley del
azúcar, y los de 1765 contra la ley del timbre.
Crea en Boston, con John Hancock, la organización "Hijos de la
libertad", cuerpo revolucionario destinado a difundir las ideas de la
independencia en las colonias.
También fue uno de los firmantes de la Declaración de Independencia.
Desempeñó el cargo de gobernador de Massachusetts entre 1794 y 1797.
La rebelión del té
En 1773 participa en el llamado motín del té.
Tras unos tranquilos años entre 1770 y 1773 en los que parecía que
las colonias habían vuelto a aceptar el dominio de Londres sin
problemas, provocando la desesperación de los americanos más radicales
que veían difuminarse sus proyectos de independencia, una decisión del
Gobierno británico reanudó el conflicto y dio argumentos a los
partidarios de la ruptura: la Tea Act (Acta o Ley del Té), promulgada el
10 de mayo de 1773.
En Boston, el té se va al mar
|
La Compañía de las Indias Orientales, acuciada por problemas de
liquidez, solicitó y obtuvo del Gobierno británico el monopolio de la
venta de té en las colonias de América y sus agentes desplazaron a los
comerciantes autónomos.
Para el espíritu de los colonos, la decisión de Londres era
inaceptable y contra esa Ley del té actuaron de diferentes maneras,
sobre todo boicoteando el producto inglés. Pero el radical Samuel Adams
preparó, para el día 16 de diciembre de 1773, el famoso "incidente del
té de Boston".
El 16 de diciembre de 1773 es un día frío pero claro. La nieve yace
sobre las calles de Boston. En todas las esquinas hay oradores de los
"Hijos de la libertad" que alborotan el pueblo. Se atreven a ello porque
saben que los "casacas rojas" de Fort William tienen orden severísima de
no disparar más que en caso extremo.
A últimas horas de la tarde los desesperados representantes de las
sociedades mercantiles tratan de descargar los barcos mediante la ayuda
de esclavos negros. Entonces aparece repentinamente en los muelles de
atraque un pintarrajeado montón de ululantes indios mohawks. Ese medio
centenar de indios enarbola los tomahawks, los cuchillos y fusiles,
corre por los muelles y alcanza los barcos ingleses por los puentes de
carga. Los mirones retroceden asustados cuando distinguen bajo sus
disfraces a los jefes de los "Hijos de la libertad": el coronel Hancock,
Samuel Adams y otros.
De este modo, disfrazados de indios, los patriotas arrojaron al mar
el cargamento de tres barcos de la compañía: 343 cajas valoradas en
10.000 libras. Y consiguieron su objetivo último: provocar una violenta
reacción británica.
El rey, el Gobierno de lord North y el Parlamento estaban ahora de
acuerdo en que el reto debía aceptarse y entre mayo y junio de 1774 se
promulgan las "Coercive Acts" -conocidas entre los norteamericanos como
Leyes intolerables- que cerraban el puerto de Boston hasta que se pagase
lo destruido por los "Hijos de la Libertad".
También se cambiaban las autoridades locales de Massachusetts, entre
otras el gobernador real, cargo para el que fue nombrado el duro general
Thomas Gage, que pasó de Nueva York a Boston ordenando que se
concentrasen en los alrededores de esta ciudad cinco regimientos y
varios navíos de la flota real británica.
Prácticamente se militarizaba Massachusetts, y se autorizaba al
ejército a ocupar y requisar, si era necesario, casas particulares
deshabitadas. Estas medidas por sí solas hubieran provocado tensiones.
Pero, además, muy poco después se aprobó en Londres la Ley de Quebec (22
de junio de 1774), que permitía la expansión hacia el Sur de los colonos
"canadienses", cortando el paso a la penetración de los colonos
"norteamericanos" más allá de los Apalaches.
El Gobierno de su majestad británica quería congraciarse incluso con
medidas favorecedoras para los católicos, con sus nuevos súbditos de
origen francés, pero no calculó la ofensa inferida a los habitantes de
las trece colonias. Éstos creían que no sólo se castigaba a la de
Massachusetts, sino a las doce restantes. Aparte de que, a estas
alturas, lo que sucediera a los bostonianos era ya sentido como algo
propio por todos los colonos desde Virginia o Georgia hasta Connecticut
o Nueva York: "Desde ahora, es preciso que todos nos sintamos
americanos", como dijo un representante de Carolina del Sur.
Esta actitud cobra más valor si se tiene en cuenta que, hasta ese
momento, las demás colonias no habían tenido un afecto especial hacia
los vecinos de Nueva Inglaterra y menos aún a los estirados habitantes
de Massachusetts. Ahora, en cambio, enviaron dinero y víveres para
ayudar a los castigados hermanos, a la vez que meditaban sobre sus
relaciones con Inglaterra.