Vikingos
Rutas transitadas por los
Vikingos
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geografica vikinga
[Aquí]
La palabra vikingo, que
apareció tanto en las lenguas escandinavas, como en
frisón y en inglés antiguo, parece derivar de la raíz
vik, ?bahía?. El término vino a significar "pirata",
y es posible que se relacionara a los hombres que
habitaban las bahías con aquéllos que se dedicaban a
la piratería. Pero la palabra tenía un matiz
despectivo, y no es apropiada para las empresas
colonizadoras o estatales. Para el proceso de las
expediciones orientales, más continentales o fluviales
que marítimas, es más apropiado en término "vareo",
que designaba a los comerciantes, y que después
extendió su significado a los soldados aventureros. En
los reinos cristianos medievales se les conoció
también como normandos, esto es, los hombres del norte.
Antes de que comenzara
la gran emigración, los vikingos eran un pueblo
campesino, dominado por un estamento aristocrático
rural y militar, sin que existiera la noción de
Estado, si bien había una serie de dinastías reales
en ciertas regiones. El regionalismo era muy
poderoso. Se tenía la idea de que existían tres
grandes nacionalidades escandinavas. Dinamarca nació
en el siglo VI, de la unión de los jutos de la
península y los daneses de las islas y de la región
de Escania. En Suecia se produjo la fusión,
alrededor del centro económico y religioso del Mälar,
de los pueblos de los Svear, al norte, y los Götar,
al sur. Finalmente, el llamado ¿camino del norte? (Nordhrvegr)
dio origen a Noruega, donde el poblamiento era muy
disperso.
La clase aristocrática dirigente estaba compuesta
por grandes propietarios rurales, jefes de su linaje
y de su cantón, que presidían tanto la asamblea como
la guerra. Estos jefes no reconocían a los reyes más
que una preeminencia solemne, sin autoridad práctica
alguna. Eran además sacerdotes del santuario local.
Su residencia, según muestran las tradiciones de las
sagas y los vestigios arqueológicos, contaba con una
gran sala rectangular de madera con hogar central.
El jefe se sentaba en un trono y recibía allí a sus
huéspedes en los grandes banquetes. Al mismo tiempo,
dirigía la explotación de sus tierras, en las que
trabajaba mano de obra servil. En caso de guerra
naval, el jefe y sus hombres fieles se reunían para
construir y equipar uno o más navíos. En algunas
regiones, cuando el jefe moría se le enterraba en
uno de estos barcos, en tierra y cubierto por un
gran túmulo, a veces rodeado por gran número de
esclavos. Las asambleas regionales de los jefes y
sus vasallos, que se celebraban al aire libre, eran
la única autoridad política y normalmente iban
acompañadas de festividades religiosas. De las
asambleas emanaba la ley, que conservaban de forma
oral algunos notables. La independencia de los
grupos locales y de sus jefes era casi total,
especialmente en Noruega.
El rey vikingo era nombrado, como en la tradición de
todos los pueblos germánicos, por una combinación
entre elección y herencia dentro del seno de un
linaje. Era responsable, de forma más sobrenatural
que efectiva, del bien público en general, y para
ello desempeñaba diversos ritos. Era árbitro y
pacificador, pero nunca legislador; convocaba al
ejército y a la flota y recibía a los embajadores de
otros soberanos. Por lo demás, se comportaba igual
que el resto de los jefes locales y era también
enterrado en un túmulo.
Entre los svear de
Uplandia y los noruegos meridionales hubo dos
dinastías homónimas, los Ynglingar, que gozaron de
una gran prestigio y estabilidad. En Dinamarca la
realeza fue más inestable y estuvo menos ligada a un
linaje y a un lugar. No se conocen, fuera de las
tradiciones literarias tardías, ni la capital ni el
cementerio real daneses, hasta que a principios del
siglo X apareció la dinastía de los Jelling, en el
interior de Jutlandia.
Entre los propietarios
rurales y el rey había un nivel intermedio, el de
los jefes regionales (jarl), cuyos cargos
eran hereditarios, y que contaban con un poder
equivalente al de los reyes. Según parece, el
movimiento vikingo partió de este estamento de
propietarios rurales y de los jefes regionales. En
Noruega y Suecia, antes del siglo XI, la realeza no
tuvo un interés más que indirecto en el movimento
expansivo. La emigración fue un medio eficaz para
librarse de los aristócratas y propietarios más
levantiscos, y un medio de garantizar la paz
desviando hacia el exterior las ambiciones
aristocráticas. La tradición literaria islandesa,
por ejemplo, enlaza la partida de los principales
jefes del oeste de Noruega con el esfuerzo
unificador del rey Harold el de los hermosos
cabellos. Es posible que los pobladores que
viajaron a Islandia pertenecieran a los linajes que
se oponían a esta política de unificación. En cambio,
la realeza danesa se interesó desde el principio por
la expansión marítima y a menudo sus miembros
dirigieron personalmente expediciones. Sin embargo,
este interés decreció precisamente en el momento de
mayor auge de las conquistas, desde mediados del
siglo IX a mediados del siglo X.
La economía de los
pueblos vikingos antes de la emigración era
eminentemente agrícola. En Dinamarca el cereal
ocupaba el primer lugar de la producción, mientras
que en Noruega era la cría de ganado lechero
semitrashumante la principal actividad económica.
Hasta el siglo IX no hubo ciudades, aunque algunas
poblaciones estaban en cierta medida especializadas
en el comercio. La aparición de los primeros núcleos
urbanos fundados por comerciantes extranjeros, sobre
todo frisones, coincide en el tiempo con las
primeras incursiones vikingas.
La actividad comercial
de los pueblos escandinavos en esta época era muy
limitada. Se practicaba el trueque y a la producción
artesana y no se conocía la moneda. Los primeros
centros de comercio en Suecia (Birka) y Noruega (Skiringssal)
estaban bajo vigilancia de los reyes. En Dinamarca,
el principal centro de trata, Hedeby, situado en la
frontera, fue disputado por los soberanos daneses y
alemanes, y finalmente fue sometido por un jefe
sueco. En estos centros se comerciaba con las
primeras riquezas obtenidas en las expediciones
ultramarinas, pero el impulso inicial del comercio
escandinavo no se conoce.
Respecto a la vida
cultural de los pueblos escandinavos, se conoce muy
poco de ella antes de la era de los vikingos. La
tradición rúnica data al menos del siglo III, pero
las principales inscripciones son de los siglos X y
XI. Los poemas más antiguos son de la segunda mitad
del siglo IX, época del padre de la tradición
literaria escáldica, Bragi el Viejo. Parece
sin embargo que estos pueblos contaban con una
tradición literaria prolongada y de gran
refinamiento, pero su mayor florecimento se produjo
tras la emigración vikinga, al entrar la cultura
escandinava en relación con otras culturas que la
enriquecieron. La literatura escáldica, sin embargo,
es de una extrema originalidad y complejidad. Los
Edda son un conjunto de poemas mitológicos y
épicos transcritos en Islandia hacia 1270,
conservados en un solo manuscrito, el Codex
Regius de Copenhague. Su estudio ha demostrado
que muchos de ellos se compusieron en épocas más
antiguas y que se transmitieron oralmente desde
Noruega hasta Islandia. Fueron influidos por las
tradiciones poéticas celtas y por el cristianismo.
No constituyen sin embargo una fuente fiable para el
conocimiento de la historia escandinava.
La religión de los pueblos escandinavos estaba
fragmentada en diversos cultos nacionales, que
tenían lugar en algunos grandes templos, como el de
Uppsala, con ritos en los que participaban los
soberanos y en cuyo transcurso parece que se
practicaban sacrificios humanos.
Existían innumerables
cultos regionales y locales, dirigidos por la
aristocracia rural, y cultos familiares,
probablemente los más extendidos, que se practicaban
en banquetes campestres, con sacrificios animales y
libaciones en común. El panteón constaba de un
pequeño número de grandes divinidades: Odín, el dios
de la guerra y la sabiduría; Tor, el dios de la
tormenta, que ocupó un lugar preeminente desde el
siglo IX; Freyr, dios de la fecundidad, y su
compañera Freyja, que eran las figuras más populares
y las únicas de las que se han encontrado
representaciones figuradas. Otros, como Baldur, dios
de la juventud; Loki, una divinidad maléfica, o
Heimdall, el vigilante de las puertas del cielo,
eran más personajes míticos que dioses a los que se
dedicara una auténtica devoción. Había además un
gran sustrato de personajes semidivinos: trolls,
valquirias, elfos, etc.
Durante el siglo VII se
produjo un largo periodo de paz en las regiones
escandinavas que hizo posible el aumento de la
población, especialmente en Noruega. Los contactos
comerciales con otros pueblos de Occidente llevaron a
estas regiones el uso de la navegación a vela. Pero
además se produjo una gran efervescencia inventiva: en
la construcción naval, se añadieron las bordas
sobrepuestas, apareció la quilla y el uso del
remo-timón, se avanzó en la astronomía naútica y en la
escritura rúnica, que en esta época acusó una gran
renovación. Fue una fase muy dinámica que marcó el
inicio de la era de los vikingos.
La expansión de los
pueblos escandinavos tuvo formas muy diversas a lo
largo de los siglos VIII y IX. La mayor parte de las
veces fue un movimiento agresivo y de carácter
individualista, cuyo objetivo era la consecución de
botín. Pero fue también un movimiento agrícola y
ganadero, que buscó el cultivo de las tierras de
Escandinavia y de ultramar. Al final del periodo,
adquirió la forma de empresa política, de prevención,
represalia o conquista, llevada a cabo por ejércitos
organizados y dirigidos por príncipes. A veces fue un
movimiento comercial, pero parece que esta vertiente
tuvo menos importancia que la aventurera.
El mundo escandinavo manifestó, desde principios del
siglo VIII, las primeras tendencias a una expansión en
dos direcciones. Los suecos fundaron factorías en la
costa oriental del Báltico, mientras que los
campesinos noruegos iniciaron la colonización de los
archipiélagos del norte de Escocia. Pero sólo a fines
de ese siglo se estableció el contacto, a menudo
violento, entre los escandinavos y otros pueblos que
conocían la escritura. Entre 786 y 796, Inglaterra
sufrió ataques escandinavos en sus costas del nordeste
y sudoeste. Hacia 795 fue atacada también Irlanda y,
desde 799, la Galia fue objeto de las incursiones
vikingas. Parece que estas primeras expediciones
procedían del ámbito noruego. Unos años después, los
daneses iniciaron en el territorio de Slesvig su
expansión a expensas de los francos instalados en
Sajonia. Estas incursiones danesas fueron en principio
terrestres, y sólo hacia 810 se convirtieron en
marítimas. Hacia 839, los suecos habían ya atravesado
las estepas rusas y se dirigían hacia territorio
bizantino. Esta primera oleada se prolongó hasta 930
Los distintos pueblos
escandinavos desarrollaron formas características de
expansión, si bien nunca fueron exclusivas. Los
noruegos operaban en pequeños grupos y se
consagraron a dos actividades: el pillaje y la
búsqueda de tierras de colonización agropecuaria. Su
ruta predilecta partía de la región de Bergen,
dirigiéndose al oeste, hacia las islas Shetland.
Desde allí se ramificaba: una rama bordeaba la costa
oriental de Escocia y de Inglaterra, mientras que la
rama principal se dirigía por las Orcadas y las
Hébridas hacia Irlanda y después hacia la Galia
occidental, España e incluso el estrecho de
Gibraltar. En el siglo IX se dio entre los noruegos
un nuevo flujo hacia el noroeste desde las Shetland,
que llegaba hasta las islas Feroes, y de allí hasta
Islandia. En el siglo X, alcanzaron Groenlandia y
las costas americanas. Los daneses, más organizados,
a menudo dirigidos por un príncipe de linaje regio,
buscaron también botín y tierras, pero en forma de
grandes concesiones más que de establecimientos
individuales. En sus conquistas occidentales se
comportaron como señores más que como campesinos.
Sus expediciones tuvieron a menudo un carácter
político y fueron minuciosamente preparadas. Su ruta
principal partía de Slesvig, recorría la costa sur
del mar del Norte, y desde allí se bifurcaba, con
una rama hacia el este de Inglaterra y otra hacia el
canal de la Mancha y la costa atlántica de la Galia.
Era ésta en buena medida la misma ruta de los
comerciantes frisones. Al igual que éstos, los
daneses remontaban los ríos hasta donde podían
navegar con sus embarcaciones, para después penetrar
en el interior y dedicarse al pillaje.
Entre los varegos
suecos tuvo menos importancia la colonización
agrícola que entre el resto de los pueblos
escandinavos. Los varegos se dedicaron
principalmente al comercio y al servicio militar
como mercenarios, así como al pillaje, aunque de
forma menos agresiva que los daneses. Se
establecieron en la orilla oriental del Báltico,
desde el Vístula al golfo de Finlandia, y trataron
de traficar. Penetraron en el continente por el
cauce de los ríos. Sus primeros itinerarios se
dirigieron al norte y al este. Desde el Duina y el
Voljov, llegaron a la cuenca del Volga, que
remontaron hasta el mar Caspio. A mediados del siglo
IX se convirtieron en sus rutas más importantes las
occidentales del Voljov, el Duina o del Vístula al
Dniepper. Hacia 860 llegaron al Bósforo. Los varegos
tenían una mayor organización y encuadramiento que
los daneses y noruegos, gracias a los cuales
impusieron su dominación en las estepas rusas y
formaron colonias militares en sus principales
ciudades.
Fue la Europa
occidental la que sufrió más violentamente la
expansión vikinga. Los vikingos actuaban por
sorpresa y atemorizaron a la población con su
ferocidad. Su dominio del mar les permitía
enfrentarse a los pueblos con una evidente
superioridad táctica. La actitud de los jefes
locales era comprar treguas a los vikingos, que por
lo general estos no respetaban.
En Inglaterra, Alfredo
el Grande (871-899) logró preservar su reino
a cambio de librar la mitad nordeste de la isla al
jefe danés Guthrum en 878 (territorio que se
convertiría en el llamado Danelaw, ?país de la ley
danesa?). Éste fue el único rey que organizó una
resistencia eficaz contra los vikingos. Emprendió la
construcción de una flota que rivalizó con los
daneses en el mar, reorganizó el reclutamiento de su
ejército y construyó una red de puntos fortificados
a lo largo y ancho de su reino que evitó el avance
de los daneses desde el Danelaw. En el siglo X, el
reino inglés emprendió la reconquista de los
territorios daneses y se llegó a una monarquía
binacional anglodanesa.
En el continente, sólo Germania logró con cierta
eficacia rechazar los envites vikingos debido a la
mayor organización de su autoridad regia. Los
daneses ocasionaron grandes devastaciones en los
puertos, como en el de Hamburgo en 845, pero no
consiguieron penetrar profundamente en el interior.
En la Galia, en cambio, los normandos tuvieron una
enorme libertad de acción. Carlomagno intentó crear
una flota de defensa costera para defenderse de los
ataques del norte. Su sucesor, Carlos el Calvo,
trató de cerrar los ríos mediante puentes
fortificados, pero la indiferencia de los grandes
señores francos impidió la puesta en práctica de
esta medida. El 15 de agosto de 856, una flota
danesa remontó el Sena, saqueó Ruán y estableció su
campamento fortificado en una isla cercana a Nantes,
Jeufosse. Desde este enclave, en enero de 857,
arrasaron París y pidieron rescate por la abadía de
Saint-Denis. En junio de ese año llegaron a Chartres
y poco después mataron al obispo de Bayeux. En julio
de 858, Carlos el Calvo consiguió bloquearlos
en la isla de Jeufosse, pero tuvo que retirarse tres
meses después ante el ataque de su hermano Luis. En
859 los daneses arrasaron Noyon, asesinando a su
obispo; más tarde hicieron lo mismo en Beauvais. En
860 Carlos el Calvo quiso contratar como
mercenarios a los vikingos del Somme para luchar
contra los del Sena, pero no consiguió dinero
suficiente. Al año siguiente, Carlos consiguió por
5000 libras que el grupo vikingo del Somme pusiera
sitio a la isla de Jeufosse y mediante un pago de
6000 libras el rey obtuvo la promesa de retirada de
éstos. Pero los vikingos no se retiraron. Carlos
trató entonces de tenderles una emboscada
reedificando el puente de Trilbardou, pero fue
incapaz de aniquilarlos. Tuvo que pactar con ellos
su repliegue hacia Bretaña. Mientras tanto,
numerosos grupos vikingos realizaron incursiones por
el Rin, el Somme, el Loira, el Garona y hasta el
Ródano.
El movimiento de
expansión de los noruegos tuvo un carácter mucho más
aventurero que sistemático. Rara vez profundizaron
en la colonización y a menudo abandonaban
territorios cuyo control habían obtenido
recientemente. Organizaban temporalmente, mientras
duraba la guerra de conquista, pequeños principados
militares. Cuando se acababa con el peligro militar,
estos principados se disolvían en la anarquía
aristocrática.
La colonización de las
islas Shetland y de las Orcadas durante el siglo
VIII, tras la conquista del ?país del sur?
(Sutherland, el norte de Escocia), fue obra de
reducidas bandas que eliminaron con facilidad a los
pobladores pictos o los asimilaron. Hacia 860 los
noruegos organizaron un principado que tenía las
Orcadas como centro, acaudillado por un linaje de
jarls de Noruega occidental. Este principado fue
núcleo de un vigoroso renacimiento cultural. Desde
aquí, los noruegos saltaron hacia el sudoeste,
dirigiéndose a las Hébridas y a la isla de Man. En
estas regiones la civilización celta era demasiado
fuerte como para ser eliminada y surgió un cultura
mixta, con un arte de gran originalidad. Man fue
densamente colonizada y se convirtió en centro de un
pequeño reino noruego que tenía bajo su dominio a
las Hébridas. Aquí, la dinastía fundada por Godred
Crovan en 1079 subsistió hasta 1266.
Posteriormente llegaron
a Irlanda. Las primeras incursiones fueron actos de
pillaje y tuvieron como objetivo los monasterios de
la costa irlandesa. Hacia mediados del siglo IX
parece que los noruegos comenzaron a desarrollar una
ambiciosa política de conquista. Establecieron
enclaves costeros de apoyo. Ocuparon Dublín en 836,
ciudad que se apresuraron a fortificar, y Limerick,
situada en la desembocadura del Shannon, que fue su
principal vía de penetración hacia el interior.
Hacia 843 un jefe noruego llamado Thorgestr
prentendió dominar toda la isla e instaurar un
paganismo violento. Posteriormente decayeron estos
proyectos y tras la muerte de Thorgestr se
estableció la convivencia pacífica entre noruegos e
irlandeses. A mediados del siglo IX las crónicas
irlandesas hablan por vez primera de la existencia
de un grupo de mestizos bilingües, los Gall
Gaidil, ?irlandeses extranjeros?. Desde 872, los
noruegos se contentaron con establecer
ciudades-estado a lo largo de la costa, sin conexión
con el territorio interior ni entre ellas. A esta
red pertenecen las principales ciudades irlandesas:
Dublín, Wexford, Waterford, Cork y Limerick. Los
noruegos abandonaron la colonización sistemática del
interior del reino, pero hubo algunos enclaves
agrícolas y pastoriles noruegos en el Lancashire. Se
produjeron enfrentamientos continuos entre los reyes
irlandeses y los reinos noruegos de la costa, aunque
en realidad no se trató de guerras de nacionalidades,
pues irlandeses y noruegos estaban unidos a menudo
por el forestage o adopción, y los mercenarios
noruegos formaban ambos ejércitos.
De esta época datan algunos héroes de las
tradiciones tanto irlandesa como noruega, como Brian
Borama, cuya muerte en la batalla de Clontarf de
1014 puso fin al esplendor del reino noruego de
Dublín. En los puertos fueron decayendo
progresivamente los estados noruegos, que
pervivieron hasta la invasión de Guillermo de
Normandía en 1171.
Irlanda debe a los
noruegos grandes aportaciones económicas: la mayoría
de sus ciudades y las primeras monedas, acuñadas por
Sihtric el de la Barba de Seda, rey de Dublín
del siglo XI, además de la aportación de sus
conocimientos naúticos. Sin embargo, en lo cultural,
el paso de los noruegos acabó con el esplendor del
monarquismo irlandés, que perdió su dinamismo
evangelizador.
En el continente, las incursiones de los vikingos
noruegos fueron empresas de piratería que no dejaron
huellas de colonización en las regiones a las que
afectaron: el Loira, el Garona y el golfo de Gascuña.
En 844 los noruegos protagonizaron una gran
expedición remontando el Guadalquivir hasta Sevilla,
que fue saqueada. Entre 859 y 862 penetraron en la
costa marroquí, en el Ródano y en Italia, y en
1013-1015 el rey Olaf dirigió expediciones en las
costas de Galicia y Aquitania.
Al norte de las islas Shetland, las expediciones
noruegas no tuvieron carácter militar. Las Feroes
fueron colonizadas a principios del siglo IX. Una
tempestad llevó a los primeros pobladores noruegos a
Islandia, hacia 860, y su colonización comenzó una
década después. A Islandia emigraron linajes de
aristócratas noruegos amenazados por la unificación
monárquica de Noruega. A lo largo del siglo X, estos
linajes, con sus clientes y sus esclavos, se
dedicaron a la explotación ganadera de la isla y
edificaron una sociedad peculiar con un gobierno
republicano. El Libro de la colonización (Landnamabok),
que recogió a fines del siglo XII las tradiciones
relativas a estos primeros colonizadores, permite
suponer que fueron unos veinte mil los colonos
llegados a Islandia desde Noruega. Islandia se
convirtió en un centro cultural de primera magnitud
y su literatura es quizás la más importante del
occidente medieval.
La movilidad de los colonos noruegos entre todos los
puntos de la esfera de expansión noruega fue enorme
y los intercambios continuos. Se dieron profundas
influencias entre noruegos e irlandeses, por ejemplo
en el terreno de la poesía. Sin embargo, los
intercambios económicos fueron menos fuertes. Las
diversas colonias noruegas tendían al
autoabastecimiento y sólo Islandia, deficitaria en
grano y madera, sostuvo relaciones comerciales más
fluidas.
Los resultados del
movimiento expansivo de los suecos durante la primera
oleada es poco conocido. Los puntos de partida de las
expediciones fueron los establecimientos mercantiles
de Curlandia. Los primeros contactos de los varegos
con los bizantinos se produjeron en 839, en el mar de
Azov y, hacia 864-884, contactaron con los musulmanes
en la región de Tabaristán. Se desconoce en qué
condiciones atravesaron los dominios de las
poblaciones ugrofinesas de la región del Ladoga y los
territorios eslavos de Rusia media y turcos del bajo
Volga. Se desconoce asimismo cómo consiguieron ocupar
las ciudades que convirtieron en núcleos de su
comercio.
Es probable que los
suecos se convirtieran en jefes políticos a raíz de su
contacto con las instituciones de pueblos turcos como
los jázaros. Puede deducirse también que se
introdujeron en las ciudades eslavas como mercenarios
que, posteriormente, se hicieron con el poder,
fundando dinastías en cada gran ciudad. Una de ellas,
Kiev, situada en la ruta principal entre el mar Negro
y Bizancio, adquirió la hegemonía y unificó
progresivamente a las ciudades varegas. Los suecos no
formaron en ningún momento poblaciones compactas, pero
influyeron enormemente en el ejército y el comercio.
Los varegos se
introdujeron asimismo en Bizancio como mercenarios y
formaron una ?guardia varega? que sirvió al emperador
griego durante los siglos X y XI y que prestó sus
servicios en otros territorios, como Sicilia o Apulia.
Los varegos se dirigieron también hacia Bagdad como
comerciantes o como piratas, pero sus expediciones no
pasaron de la ribera sur del Caspio y Uzbekistán.
Parece que los contactos culturales entre suecos y
eslavos fueron muy escasos.
Las incursiones danesas
desarrollaron una estructura que presenta tres fases:
una primera de pillaje, con el establecimento de
bases en la costa, a partir de las cuales se
realizaban expediciones remontando el curso de los
ríos hacia el interior, y que concluía con grandes
expediciones muy alejadas ya de la costa, que
exigían invernar en un refugio fortificado. La
segunda fase se iniciaba cuando los daneses chocaban
con estados organizados. En esta fase utilizaban la
violencia para amedrentar a la población y obtener
sustanciosos tributos (danegelds). Pero la
explotación excesiva de las poblaciones indígenas y
las devastaciones vikingas llevaban a los países a
un límite de agotamiento a partir del cual resultaba
imposible obtener más tributos o rescates. Entonces
comenzaba la tercera fase, con la explotación
directa de los territorios. Los ejércitos vikingos
conquistaban el país, lo encuadraban y fundaban un
Estado. Intentaban obtener la legitimación del
derecho público local, acordada con el soberano
indígena, cuya condición solía ser el bautismo, que
los daneses aceptaban sin entusiasmo. A menudo se
daban también condiciones políticas: aceptación del
régimen feudal o colaboración militar contra la
incursión de otras bandas vikingas. Esta tercera
fase se dio con cronologías diferentes en las
distintas regiones. Por ejemplo, en la región del
Sena las primeras incursiones danesas se produjeron
hacia 810, el cobro de tributos empiezó en 845 y el
tratado de Saint-Clair-sur-Epte, que concedía
Normandía al vikingo Rollón, en 911. En Inglaterra,
en cambio, la fase de fundación de estados normandos
se inició en 876.
El establecimiento de
los estados daneses tuvo consecuencias positivas
para la Europa occidental, si se excluyen las
devastaciones que causaron durante la primera fase
de rapiña; así, los vikingos recogieron la herencia
política inglesa y carolingia y la perfeccionaron
hasta crear las formás más acabadas del Estado
medieval. Por otra parte, revivificaron el comercio
y expandieron sus límites, lo que produjo la puesta
en circulación de los metales preciosos atesorados
durante la temprana Edad Media.
Este proceso fue, sin
embargo, lento. Los ejércitos vikingos sólo estaban
ligados a su jefe temporalmente por la llamada ?ley
del ejército?, que los sometía un jefe electivo, el
?rey del mar?. Las bases jurídicas para la fundación
de un Estado estable se tomaron de las tradiciones
de los pueblos conquistados. La mayor parte de los
estados creados por los daneses no superaron esta
evolución. Sólo el ducado de Normandía lo
conseguiría, gracias a la adaptación de las
instituciones francas.
La
segunda oleada vikinga y el final del movimiento de
expansión
Hacia 930, la primera
expansión vikinga pareció agotarse tanto en
Occidente como en Oriente. Hubo aún algunas
incursiones de rapiña aisladas, pero cesó la
fundación de colonias, desaparecieron numerosos
establecimientos y la mayor parte de los que
quedaron perdieron su autonomía. Fue esta la época
de mayor avance de la cristianización entre los
vikingos de los distintos ámbitos y, con ello, de
asimilación a las poblaciones locales.
Pero hacia 980-990 se
produjo una nueva irrupción vikinga que inició la
segunda gran oleada migratoria. Fue un proceso mucho
más breve que el anterior, que se agotó hacia 1030 y
con un ámbito también más reducido: sólo afectó al
noroeste y al sudeste de Europa. Las causas de este
movimiento son inciertas. Sólo la expansión de los
daneses tiene su origen claro en el establecimiento
durante la primera mitad del siglo X de una realeza
hereditaria que creó un poderoso ejército de
organización muy estricta y que reportó a los
daneses una gran superioridad bélica. Pero no se
produjeron cambios demográficos o naúticos
relevantes.
Los daneses se lanzaron
contra Inglaterra en 980, cuando los piratas
vikingos reaparecieron en las costas inglesas.
Londres fue tomada en 994. En principio, los reyes
ingleses se avinieron a pagar tributos, pero en 1002
una gran matanza de daneses ordenada por el rey
Etelred II supuso el inicio de una cruenta guerra.
El rey danés Sven emprendió una conquista
sistemática de Inglaterra, que continuó su hijo
Canuto el Grande desde 1016. Así se fundó un
gran imperio danés, que dominó todo el mar del
Norte, incluidas Noruega y el sur de Suecia. Canuto
el Grande tomó de la Iglesia anglosajona el
ideal político necesario para el encuadramiento de
su imperio. A pesar de que la conquista de
Inglaterra fue precedida por diez años de guerra
sangrienta, Canuto fue aceptado por la mayoría de
los ingleses como rey. La nueva monarquía respetó
personas y bienes; no desarrolló colonización rural
y sólo acudieron a Inglaterra unos pocos daneses que
formaron la guardia real y la curia regia. La mayor
parte de las tropas que habían tomado parte en la
conquista fueron devueltas a Dinamarca. El rey
residía en Londres o en Winchester, y el antiguo
territorio del Danelaw no gozó de privilegios
especiales.
Sin embargo, Canuto
murió joven (1035) y sus hijos no consiguieron
mantener su reino inglés. En 1042, Eduardo, hijo del
rey Etelredo, subió al trono restaurando así la
dinastía anglosajona.
En Normandía, a partir de 950, se produjo una
importante reconstrucción interna. El país se
benefició de la conquista danesa de Inglaterra, ya
que el botín solía ir a parar al puerto de Ruán para
su liquidación comercial.
Sin embargo, los duques normandos contemplaron con
recelo la expansión de la dinastía danesa y apoyaron
activamente a la resistencia anglosajona. Los
normandos dirigieron la campaña que permitió la
restauración en el trono de Eduardo el Confesor
en 1066.
Sin embargo, el nuevo rey murió poco después. Para
el ocupar el trono había tres candidatos, todos
ellos descendientes de la aristocracia danesa.
Harold, descendiente de un linaje cercano a la
dinastía de Canuto, ocupó el trono, pero su hermano
Tosti, gobernador de Northumbria, se alió con el
príncipe Harold el Severo, antiguo jefe de la
guardia varega en Constantinopla, quien desembarcó
en 1066 en Inglaterra. Fue vencido en Stamfordbridge.
Finalmente, el tercer pretendiente era Guillermo de
Normandía, descendiente del duque Rollón y primo de
Eduardo el Confesor.
El 14 de octubre de 1066 derrotó al rey Harold en la
batalla de Hastings, instaurando la dinastía
normanda en Inglaterra. En 1070 Guillermo emprendió
la conquista del territorio del Danelaw, que había
alentado una expedición del rey danés Sven Strindsen
contra Inglaterra. Guillermo asoló ferozmente el
antiguo territorio danés, incorporándolo a la unidad
inglesa.
El movimiento noruego fue
muy disperso. Los noruegos atacaron Irlanda desde 980
hasta 1014; en la Galia, se produjeron incursiones
desde el año 1000 por el Loira y el Garona. La
expansión noruega afectó en mayor medida a la
Península Ibérica, donde se registraron numerosas
incursiones de importancia: contra Santiago de
Compostela en 968, contra al-Andalus en 966 y 971 y
contra la costa arturiana en 1013.
Pero el movimiento noruego tuvo mayor peso en el
ámbito noroccidental. En 981 descubrieron Groenlandia,
que fue colonizada desde 985 por el islandés Erik el
Rojo. La explotación ganadera de la zona costera
habitable de esta enorme isla permitió la subsistencia
de una colonia noruega hasta el siglo XIII, en que una
gran ola de frío asoló sus poblaciones, que
desaparecieron definitivamente en el siglo XV.
Hacia el año 1000, los noruegos-islandeses alcanzaron
el continente americano por una región, probablemente
en el Canadá actual, a la que llamaron Vinlandia. Sin
embargo, una tentativa de poblar este territorio
fracasó y se perdió el recuerdo de estas tierras
occidentales.
Los suecos volvieron a
dirigirse hacia Oriente en las primeras décadas del
siglo XI. Hacia 1040 una gran expedición del rey
Ingvar penetró en las estepas rusas hacia el Asia
musulmana. Esta expedición fue fallida y, aunque hubo
otras hacia Kiev o Bizancio, las incursiones suecas
del siglo XI fueron mucho más tímidas que las del
periodo anterior, cesando en el último tercio del
siglo XI.
Los últimos estertores de la segunda oleada vikinga no
acabaron hasta comienzos del siglo XII. Daneses y
noruegos perdieron en este proceso su dinamismo bélico,
su prestigio y sus apoyos en Occidente. Los vikingos
cambiaron su hábito de feroces piratas por el de
enfervorecidos peregrinos, participando activamente en
la Cruzada. Bajo el signo de la fe cristiana, daneses
y suecos se lanzaron también a la conquista de los
pueblos del Báltico, hacia Pomerania, Estonia y
Finlandia. Pero lo más importante de esta etapa fue la
edificación de Estados monárquicos normandos
firmemente apoyada por la Iglesia, tanto en
Escandinavia como en los países colonizados por la
diáspora normanda, como Sicilia, culminando así el
proceso de incorporación de los antiguos piratas
vikingos a la civilización cristiano-occidental.
Los vikingos de
Escandinavia y Dinamarca desarrollaron, desde el siglo
V, una cultura, que en sus manifestaciones artísticas,
se extendió por Europa alcanzando su máximo apogeo en
el siglo VII.
Las mejores
manifestaciones que se conservan son de arquitectura,
en la que utilizan un sistema adintelado, utilizando
de forma sistemática la madera como material
constructivo. Los edificios se caracterizan por
presentar grandes salas, tejados muy apuntados y
formato de pirámide. Entre los restos conservados,
destaca la iglesia de Borgund del siglo XI o
XII.
En escultura utilizaron
curiosos elementos decorativos con entrelazados y
estilizaciones zoomórficas. Esta decoración se utiliza
preferentemente para decorar los navíos que, según las
costumbres, sirvieron de tumbas. El mejor ejemplo es
el Navío de la reina Asa, en Oseberg,
conservado en el Museo de Oslo. Como orfebrería
destacan las espadas con botón terminal y anillos en
el centro de la empuñadura. |
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Fundación
Educativa Héctor A. García |