Minoica/Cretense
Con este nombre se conoce
la civilización que se desarrolló en la isla de Creta,
situada en el
Mar Egeo,
a partir de finales del tercer milenio a.C. y que
pervivió hasta el 1050 a.C.
Tal civilización es
conocida también con el nombre de civilización
minoica, que le vino dado por el principal
excavador de tal isla,
Arthur Evans,
quien la tomó del nombre del mítico
Minos,
rey de Cnosos, y figura recogida entre otros, por
Homero,
Tucídides
y
Diodoro de Sicilia.
Ya desde el
descubrimiento de la civilización cretense se intentó
establecer un sistema cronológico adecuado que
armonizase con el resto de las civilizaciones egeas de
la
Edad del Bronce.
A partir de la cerámica, hallada en una
excavación-tipo efectuada en el patio occidental del
palacio de Cnosos, de una potencia estratigráfica de
5,33 m, el arqueólogo inglés A. Evans aisló diferentes
periodos en la evolución de la civilización cretense y
dio a conocer sus trabajos en 1905. Articuló estos
periodos basándose en la cifra 9 (3 x 3) y los designó
como Minoico Antiguo (MA), Minoico Medio (MM) y
Minoico Reciente (MR); dividió a su vez estos periodos
en tres fases, seguidas de letras y números arábigos
en un intento de matizar su extensión. Este sistema
cronológico, que abarcaba desde el año 3200 a.C. al
1900 a.C., fue admitido y utilizado durante muchísimo
tiempo, pero se tuvo que readaptar ante los nuevos
hallazgos y las nuevas cronologías dadas a
determinadas épocas egipcias y orientales. J. D. S.
Pendlebury y G. Glotz efectuaron algunas correcciones
temporales y rebajaron la cronología de A. Evans en
unos dos siglos. En 1952, P. Demargne señaló que la
cronología cretense no era uniforme y que las fechas
no se correspondían ni eran coincidentes en las
distintas regiones de Creta. Argumentó que las nuevas
cronologías dadas a algunos acontecimientos del
Antiguo Oriente y Egipto y la diferenciación
tipológica de los restos materiales exigía rebajar las
fechas de los periodos ideados por A. Evans.
Finalmente, en 1960 D. Levi, a la vista de sus
trabajos estratigráficos en Festos, propuso una nueva
nomenclatura y cronología para la civilización
cretense, que puede sistematizarse como sigue:
-Periodo Calcolítico:
hasta el 2000 a.C.
-Periodo Prepalacial: 2000-1850 a.C.
-Periodo Protopalacial Ia, Ib y II: 1850-1700 a.C.
-Periodo Protopalacial III: 1700-1550 a.C.
-Minoico reciente a y b: 1550-1400 a.C.
-Etapa micénica: 1400-1100 a.C.
Esta nueva
sistematización no ha sido admitida por todos los
especialistas, que siguen teniendo como referencia la
división tripartita de A. Evans. Tras los reajustes
pertinentes -en los que se valoraba el significativo
papel de los palacios-, la periodización y el sistema
cronológico han quedado establecidos de la manera
siguiente:
-Periodo Prepalacial (subneolítico),
subdividido a su vez en:
a) Prepalacial I: 2600-2400.
b) Prepalacial II: 2400-2100.
c) Prepalacial III: 2100-1900.
-Periodo Paleopalacial,
subdividido en:
a) Paleopalacial I: 1900-1830
b) Paleopalacial II: 1830-1750
c) Paleopalacial III: 1750-1700
-Periodo Neopalacial, con
cuatro subdivisiones:
a) Neopalacial I: 1700-1600
b) Neopalacial II: 1600-1500
c) Neopalacial III: 1500-1450
d) Neopalacial IV: 1450-1380
-Periodo Postpalacial:
a) Postpalacial I: 1380-1320
b) Postpalacial II: 1320-1220
c) Postpalacial III: 1220-1120
-Periodo Subminoico:
1120-1050
Tras los precedentes
neolíticos, caracterizados en Creta por restos propios
de una cultura precerámica, puede señalarse que hacia
el 3000 a.C. los habitantes que la poblaron se
hallaban en conocimiento de diversas técnicas
recibidas a través del mar Egeo. Sobre estos
precedentes, y aceptando la llegada de gentes venidas
de Egipto y del área sirio-palestina, se lograron
implantar los precedentes de la civilización cretense
o minoica hacia el 2600 a.C.
De este primer periodo
se poseen escasos restos de viviendas, dispuestas de
modo irregular (Cnosos, Festos, Dembla). Lo mismo
puede decirse de las tumbas. Sin embargo, ya se
empezaron a construir monumentos funerarios de
planta circular en forma de tholoi, tanto en
la zona norte (aquí a menor tamaño) como en la zona
central y meridional (área de la Messara), de formas
más complejas y de mayor tamaño. Las grutas
naturales (Zakros, Lassithi, Amnisos) y las
cavidades (Haghia Photia) se siguieron utilizando
como lugares de enterramiento, al igual que se había
hecho en tiempos neolíticos.
Hacia el 2400 a.C. se asiste a un progreso en la
arquitectura que anuncian las grandes formas de los
primeros palacios y que fueron la resultante de
estímulos de gentes foráneas. Los vestigios de
Myrtos y de Vassiliki (Hierapetra) hablan de unas
gentes campesinas y ganaderas que dominaban una
industria local de autosubsistencia. Incluso tenían
santuarios. Hacia el 2000 a.C., las técnicas de la
construcción siguen progresando, según se puede ver
en las capas más profundas de los grandes lugares
cretenses (Cnosos, Festos, Malia). Una de las
construcciones más significativas del final de este
periodo fue hallada en la Creta oriental (en lo alto
de una colina de Souvloto Mouri). Se trata al
parecer de un palacio, si bien la existencia de
figurillas hace sospechar que se trataría de un
santuario. En otros puntos de la isla también se han
detectado santuarios, caso de Iouktas, la montaña
sagrada de Cnosos. La arquitectura funeraria
continuó su evolución; destacan sobre todo los
recintos funerarios de planta rectangular con
divisiones internas en las que se deponían
numerosísimos cadáveres, caso del recinto existente
cerca de Tourtouli, en Siteia, o el de Gournes, en
Pediada. Sin embargo, las construcciones funerarias
más significativas son los tholoi, algunos ya
de formas monumentales, con diámetros de hasta 13 m
y muros de 3 m de espesor. Cubiertos de tierra,
darían la impresión de ser un túmulo.
En el periodo
prepalacial se asiste a una diferenciación del
trabajo, lo que permitió que se desarrollaran así
diversas ramas del artesanado impulsadas por las
gentes venidas de fuera y por el comercio facilitado
por el camino del mar.
De todas las técnicas, la realización primero de
vasos en piedra y luego de cerámica es la más
significativa. En la cerámica puede hablarse de
diferentes estilos (de Haghios Nikolas, de Lebena,
de Pyrgos, de Haghios Onouphrios, el Precursor de
Vassiliki y el de Koumassa). Pastas, colores y
formas son de los más variado y dinámico. Sobre los
estilos indicados prevaleció el estilo de Vassiliki,
de gran técnica y tipología variada, aparte de su
extraordinario repertorio ornamental (mottled
ware), cerámica conocida prácticamente en toda
la isla.
Asociado a la cerámica estaba el trabajo plástico de
vasos con formas antropomorfas y zoomorfas. Junto a
ellos aparecen los rhytones, en forma de
animales. No faltan bustos de divinidades, ídolos,
exvotos y figurillas variadas modeladas en barro.
Han aparecido sobre todo en las tumbas (área de la
Mesara) y en los santuarios (por ejemplo, Petsofa en
Palaikastro). Algunas figurillas de mujeres destacan
por sus vestimentas: corpiños, faldas acampanadas,
cinturones. La policromía contribuyó a su mayor
expresividad.
Junto al trabajo plástico debe mencionarse la
escultura en piedra, muchos de cuyos ejemplares han
sido hallados en las tumbas. Si bien recuerdan en un
principio a los ídolos cicládicos, luego quedaron
influidos por modelos egipcios.
Respecto a la metalurgia, debe señalarse que la
importación y utilización de diferentes metales fue
muy significativa para la evolución material y
económica del periodo prepalacial cretense. Aunque
han llegado pocos ejemplares y todos de difícil
datación, se testimonian armas (puñales cortos
triangulares) y diferentes utensilios fabricados en
cobre, así como joyas en oro, plata y plomo. En sus
fases finales, el trabajo en metal prosperó y tuvo
lugar una evolución del puñal triangular (tumbas de
Koumassa y Platanos). Pinzas, cuchillos y alfileres
fueron de empleo común. La glíptica, trabajada en
esteatita, marfil y hueso, y de clara inspiración
oriental y egipcia (sellos en forma de escarabeos),
fue también muy significativa, y se utilizaba la
impronta de los sellos cilíndricos como garantía
personal. La decoración de los mismos era muy
variada y reflejaba las más antiguas escenas
minoicas.
La organización social y
política condujo, durante las tres etapas del periodo
paleopalacial, a la prosperidad de la isla de Creta,
que se asentó, según los expertos, en nuevos progresos
técnicos e intelectuales.
Los acontecimientos que motivaron la edificación de
los primeros palacios del periodo se ignoran. Lo que
sí es indudable es que sobre primitivos asentamientos
-incluso de tiempos neolíticos-, y en suaves y amplias
colinas, se fueron levantando tales construcciones en
la primera fase del periodo paleopalacial (Minoico
Medio I de Evans) en Cnosos, Festos, Malia y
Zakros. Por otra parte, los santuarios de las cumbres
de las montañas y otros lugares de culto de antaño (grutas,
especialmente) se seguían utilizando, junto a los
nuevos enclaves religiosos construidos en los palacios
o en puntos al aire libre.
Con la construcción de los nuevos palacios, el área de
interés se desplazó desde la Creta oriental a la
central y occidental. Desastres geológicos (fundamentalmente
sísmicos) interrumpieron el desarrollo de estos
palacios, que sin embargo fueron reconstruidos de
nuevo. Así se produjo una renovación de las técnicas
constructivas e, incluso, de las artísticas. Uno de
los movimientos sísmicos, fechado hacia el 1700 a.C.,
fue de graves consecuencias, aunque no llegó a
destruir la totalidad de los asentamientos urbanos,
que hubieron de reconstruirse o repararse de nuevo. En
ocasiones, algunos lugares se abandonaron
definitivamente. Este corte significó el fin del
periodo paleopalacial y el inicio del neopalacial.
Este periodo vio la
construcción de los grandes palacios de Cnosos, Festos,
Malia y Haghia Triada.
En Cnosos, el palacio sobre la colina de Kephala,
distante del mar unos 5 km, se había levantado hacia
el 1900 a.C. sobre las ruinas de un asentamiento
anterior. Su construcción se adaptó bien a la
topografía del lugar. Dada su ubicación, no fue
necesario dotarlo de fortificaciones. Aunque los
escasos restos de su antiguo palacio han llegado muy
removidos, los arqueólogos han aventurado que contaría
con patios, almacenes, santuario y Sala del trono,
disposición muy parecida a la del palacio de Malia, el
cual apenas había sufrido modificaciones desde su
construcción.
El palacio de Festos, que conoció varias fases
constructivas, también se levantó sobre una colina.
Era de menor superficie que el de Cnosos, pero
obedecía a idénticos planteamientos constructivos.
El palacio de Malia ha aportado, además de unas
célebres espadas y un cetro, un espacio calificado por
H. Van Effenterre como "ágora", de una gran amplitud
(1.200 m2), rodeado por un muro al que se
accedía mediante escaleras. Dicho palacio, que apenas
sufrió variaciones arquitectónicas durante su segunda
etapa, controlaba la zona costera que se extendía
desde Cnosos hasta el golfo de Mirambello, y disponía
de un puerto.
En la parte más oriental
de Creta, concretamente en Zakros, también se han
descubierto los vestigios de un primer palacio de este
periodo -sobre sus ruinas se levantaría el neopalacial
posterior-, momento en que tal lugar constituía un
próspero enclave comercial.
Es un hecho que,
interesados en las excavaciones de los grandes
palacios, los arqueólogos apenas se ocuparon de las
viviendas que los rodeaban o que constituían
enclaves independientes. Cerca de Cnosos y de Malia
se documentaron habitaciones paleopalaciales y
también se hallaron ruinas de viviendas en las
pendientes de las colinas de Festos y de Zakros, así
como en Apesokari, Kumassa y en Monastiraki. Dadas
las escasas publicaciones existentes sobre este tipo
de arquitectura, es poco lo que se sabe de ella. Lo
más significativo quizá fue la incorporación de
entramados de madera en las paredes y muros a
efectos de neutralizar los efectos de los seísmos.
Respecto a la
arquitectura funeraria, debe señalarse que fue
continuista, sin apenas cambios. Los recintos
rectangulares y las tumbas en forma de tholos
(cámara abovedada mediante aproximación de hiladas)
continuaron utilizándose. Sin embargo, al final del
periodo paleopalacial se llegaron a construir
grandes tumbas de cúpula (Gypsades) y monumentales
tholoi (Kamilari, en la región de Haghia
Triada).
Se comprobó también la práctica de la inhumación en
sarcófagos de cerámica (larnax) y en jarras (pithos)
que se enterraban en la arena de las costas, en las
cavidades de las rocas y en las grutas naturales (cementerios
de Mavrospilio y de Prophitis Elias) e, incluso,
artificiales (Poros, en el Herakleion, Pediada).
A esta época se asocia el templo tripartito de
Anemospilia, cerca de Arkhanes, localizado en 1979.
Su importancia le viene dada por el descubrimiento
de exvotos y los pies de barro de una estatua de
culto y, sobre todo, por el hallazgo por parte de
los arqueólogos griegos Iannis y Efi Sakellarakis de
los restos de un sacrificio humano, efectuado para
implorar a los dioses, tal vez el cese de algún
seísmo.
El nacimiento y
desarrollo de los grandes palacios exigió productos
en gran cantidad y de alta calidad, para lo cual fue
necesario crear talleres en los propios palacios;
tal circunstancia hizo progresar, especialmente, las
técnicas cerámicas y metalúrgicas. Los excedentes
llegaron también a exportarse y alcanzaron los
grandes mercados de Egipto y del Próximo Oriente.
Se han descubierto hornos de fundición y talleres
metálicos, con restos de moldes de esquisto. Además
de un instrumental variado, en Creta se fabricaron
excelentes espadas y puñales (Malia), así como
variadísimos objetos de orfebrería, hallados sobre
todo en las necrópolis de Malia, Mochlos y Cnosos.
Lo mismo cabe decir de otros productos elaborados en
marfil, fayenza, madera o cuero, los cuales, a causa
de su precariedad material, no han llegado en la
cuantía adecuada para evaluar su interés y
características.
La cerámica adquirió en el periodo paleopalacial una
gran personalidad, heredada también de siglos
anteriores. Técnica (torno rápido), tipologías y
decoración motivaron nuevas formas de cerámica
altamente estimadas por las gentes de los palacios.
El estilo de Camares, llamado así por el
nombre de la gruta sagrada en una cima de los montes
Ida, alcanzó con su policromía y con la gran
variedad de formas una gran belleza. No hay que
olvidar que casi todas sus piezas presentan paredes
muy finas, por lo que tal estilo es también conocido
como cerámica de cáscara de huevo. Esta
cerámica, que pervivió durante todo el periodo fue
exportada a puntos del Próximo Oriente y también a
Egipto, país en el que incluso aparece representada
en algunas tumbas de altos dignatarios de Tebas. Por
otro lado, los vasos de barbotina, muy
solicitados por su suave decoración en relieve, y el
llamado estilo de crustáceos serían entonces
muy usuales (ejemplares de la tumba de cúpula de
Haghia Triada y del palacio de Festos). Se puede
decir que la cerámica varió de una región a otra
tanto por su decoración, siempre muy polícroma, como
por la multiplicidad de sus formas (pithoi,
skyphoi, hydrias, stamnoi, sin
olvidar copas, platos, aguaderas y grandes jarras).
El rython pasó a ser considerado un vaso de
tipo ritual, caso de algún ejemplar hallado en
Festos.
Asociada a la cerámica hay que situar la plástica,
centrada en la confección de figurillas humanas y de
animales, de carácter votivo, que se depositaban en
los santuarios. Las figurillas femeninas presentan
ahora una nueva vestimenta y nuevos tocados, de
acuerdo con la evolución de la moda.
La prosperidad de los palacios incidió en este
periodo en el desarrollo de la glíptica: se labraron
numerosísimos sellos en esteatita, pero también en
otras piedras semipreciosas (ágata, amatista, jaspe,
cristal de roca). Se abandonó la forma del sello
cilíndrico y se sustituyó por el sello prismático,
sobre cuyas caras se grababan motivos decorativos y
también ideogramas. Junto a ellos se encontraron
sellos en forma de disco biconvexo y también en
forma de botón. Un taller de sellos encontrado en
Malia ha permitido conocer con más detalle la
glíptica de este periodo. Lo mismo cabe decir de
Festos, en cuyo nivel de destrucción del primer
palacio se localizaron más de 3.000 improntas de
sellos, así como casi 300 sellos diferentes.
Los restos
arqueológicos que se poseen de este periodo,
desarrollado durante más de tres siglos, en el
Bronce reciente, son más numerosos que los de los
anteriores. A pesar de los saqueos, pillajes y
excavaciones clandestinas que se han ido sucediendo
a lo largo de los tiempos, todavía nos ha llegado un
buen número de elementos constructivos y restos de
la vida cotidiana que han permitido conocer la
evolución histórica material propiciada por sus
artesanos y especialistas, así como la evolución de
los nuevos palacios, las ciudades y las
haciendas o casas de labor. Lamentablemente, la
carencia de fuentes escritas hace que sigan
permaneciendo mudos muchos hechos históricos de
Creta así como desconocidos sus personajes, tanto
los significativos y dueños del poder como los del
pueblo común.
En este periodo neopalacial (1700 a.C.-1380 a.C.)
existen, arqueológicamente hablando, desfases
cronológicos, pues mientras en Cnosos perduraba la
vida palacial, en el resto de la isla los demás
centros, articulados también en torno a palacios, se
hallaban destruidos o habían ido adquiriendo, por
razones que se ignoran, otro carácter distinto al
palacial. Las relaciones cretenses mantenidas con
otros centros del Egeo, con Micenas y con puntos de
Egipto y del Próximo Oriente incidirían en nuevas
manifestaciones económicas, técnicas y artísticas,
que darían paso al nacimiento de la civilización
creto-micénica en tiempos ya postpalaciales, plenos
de interrogantes.
Como se ha indicado, no se poseen datos históricos
acerca de sus reyes e instituciones, alianzas o
pactos, ni conocimiento de las luchas -si es que
existieron- entre los distintos centros palaciales
durante este periodo, coincidente con una parte del
Minoico Medio y otra del Minoico Reciente
de A. Evans. Sin embargo, la tradición mítica ha
permitido entrever, aunque de modo muy vago y
nebuloso, algunas indicaciones al respecto.
Entre la destrucción de los antiguos palacios, cuya
causa se ignora, y la construcción de los nuevos se
desarrolló un periodo intermedio que no puede
seguirse ni evaluarse con precisión, aunque se ha
fijado una duración de medio siglo. Se supone que,
mientras duraron las obras de adaptación o
edificación, las familias reales se habrían
instalado en otro tipo de construcciones o bien
habrían ocupado los viejos sectores de los palacios
antiguos, caso por ejemplo de Zakros.
Hay que señalar que los arquitectos minoicos se
preocuparon por estudiar los problemas estáticos y
de construcción para hacer frente a los movimientos
telúricos, usuales en la isla, y emplearon en sus
nuevos edificios arcilla y ladrillos para los muros,
así como entramados de madera. La flexibilidad
edilicia descansaba, no obstante, en piedras bien
escuadradas y en ortostatos de diferentes calidades
pétreas. En el interior de los palacios, las
columnas eran generalmente de madera, más estrechas
en sus partes inferiores, para encajarse mejor en el
suelo y contribuir así a la estabilidad de los
elementos sustentados.
Se desconoce si en cada lugar el nuevo palacio
-mucho mayor que el precedente- habría sido
edificado por un arquitecto o bien por un equipo que
operaría, de modo rotativo, en todos los palacios.
Ciertos parecidos estructurales y constructivos
hacen suponer la segunda hipótesis, pero las
diferencias son también muy significativas, pues
cada palacio presenta sus específicas
particularidades, aunque todos se articularon
basándose en tres áreas muy concretas: la religiosa,
la de servicio y la regia, cada una compuesta por
multitud de estancias, hasta adoptar un verdadero
plano laberíntico.
A. Evans pensó que con el Minoico Medio III
se comenzaría la nueva edad de los palacios, y a tal
fase pertenecerían los restos actualmente
conservados. Esta opinión no ha sido confirmada por
la arqueología, pues en Zakros la construcción del
nuevo palacio debe situarse hacia el 1600 a.C.
Además de la ampliación
y de una mejor organización interna en cuanto a la
planimetría, exigida por los nuevos tiempos, los
palacios fueron decorados con notables frescos,
dispuestos en paredes, cornisas, arquitrabes, vanos
de ventanas y cabezas de las vigas. A pesar de la
mayor flexibilidad de los materiales, no siempre
fueron capaces de soportar las catástrofes sísmicas
ni los incendios, dada la abundancia de lámparas de
alumbrado, alimentadas con aceite. Elemento
importante siguió siendo la religión, pues en ningún
palacio faltaba uno o más santuarios, según han
revelado las excavaciones arqueológicas.
Una gran singularidad fue la superficie dada a los
patios centrales de los palacios, que llegaban a
medir en algunos casos (Cnosos) más de 1.000 m2
(Zakros alcanzó poco más de 300 m2).
Tales patios, en los que tal vez, según J. W.
Graham, se celebrarían juegos de toros, se hallaban
enlosados o cubiertos con una capa de cimentación.
Las estancias fueron pavimentadas con distintos
materiales, desde cantos de río y lajas de creta
hasta mármoles y madera. Las fachadas interiores se
articulaban en planos distintos y, tras ellas,
mediante diferentes pasadizos, vestíbulos,
peristilos y grandes escaleras, se accedía a las
laberínticas piezas de las tres grandes áreas del
conjunto. También desde los patios principales se
alcanzaban los demás patios secundarios. Restos de
terrazas, de ventanas geminadas y de barandas se han
conservado en gran cantidad. Aunque en Cnosos no
existieron pórticos en su última fase palacial, sí
que contaron con ellos los de Festos, Malia y Zakros.
Otro detalle significativo fue la orientación que se
dio a los conjuntos palaciales, cuyos ejes
principales quedaban dispuestos en dirección
norte-sur y cuyos ejes secundarios en oeste-este. Se
ignora si tal orientación fue debida a razones
religiosas o a necesidades de adaptación al terreno.
También puede constatarse que siempre estuvieron
mejor construidas las fachadas occidentales que las
orientales y que los santuarios principales se
situaron en el sector occidental, aunque se ignora
por qué. La ubicación de puertas principales y
secundarias, a menudo en consonancia con los puntos
cardinales, obedeció a razones puramente prácticas y
al parecer sin ninguna otra connotación. En Cnosos,
la puerta principal se hallaba en el sector norte,
no lejos del recinto destinado al culto.
Interesantes eran las piezas destinadas a la
vivienda del rey y de su familia. A veces se
distribuían en varios pisos, según han demostrado
las excavaciones de Cnosos. En este palacio, la
llamada "Sala del trono" -denominada por A. Evans,
en su día, "Sala de las dobles-hachas"- albergaba un
trono, cuyos restos determinan que tenía un dosel
sostenido por columnas. Las paredes de esta estancia
regia y de otros muchos aposentos se hallaban
realzadas con hermosos frescos representando atletas,
juegos de tauromaquia (taurokathapsía) y
personajes de la aristocracia. Ejemplares
mundialmente conocidos son el Príncipe de los
lirios, la Parisina, los Portadores de
ofrendas, el Recolector de azafrán o los
Delfines.
Los otros tres grandes palacios cretenses e incluso
los de algunas otras islas (caso de Thera) contaron
con decoraciones murales de vivos colores, entre
cuyos motivos aparecían diferentes especies
piscícolas, flores y animadas escenas humanas, caso
de la escena de lucha del precitado palacio de Thera.
Para el mantenimiento de los palacios se precisaba
una mano de obra abundante y seleccionada, que hubo
de articularse en especialidades y categorías. Una
parte de los cortesanos, así como del clero,
tuvieron que vivir en el interior del palacio,
mientras que el grueso de la servidumbre lo haría en
estancias situadas en las cercanías del mismo.
El palacio de Cnosos, según los cálculos que se han
efectuado, hubo de contar con no menos de 1.500
apartamentos, repartidos entre cuatro o cinco pisos
de altura, que cubrían una superficie de unos 17.400
m2. En los demás palacios (Festos, Malia,
Zakros), el número hubo de oscilar entre las 300 y
las 400 estancias repartidas entre dos o tres pisos.
Los tejados eran planos y adoptaban la disposición
de terrazas. Ventanas y balcones facilitaban luz y
salida al exterior.
Todas aquellas construcciones laberínticas contaron
también con jardines, así como con las pertinentes
medidas sanitarias e higiénicas: aprovisionamiento
de agua, sistemas de evacuación y de cloacas y
lavaderos. Tampoco faltaban las letrinas, que
funcionaban bajo un primitivo sistema de sifón en
los apartamentos reales.
Asociadas a los palacios se hallaban las viviendas
de los servidores, pero por toda la isla abundaban
las pequeñas ciudades (Gurnia, Palaikrastos, Moklos),
independientes de los enclaves palaciales, así como
residencias nobiliarias (Tilisos, Vathipetro,
Amnisos, por ejemplo). No en vano
Homero
había hecho alusión en su Ilíada (II, 649) a
las "cien ciudades" cretenses.
En cualquier caso, la isla volcánica de Thera sufrió
hacia el 1500 a.C. una virulenta erupción, cuyas
consecuencias incidirían en el desarrollo general de
la vida cretense e interrumpirían su desarrollo
histórico de acuerdo con la tesis de S. Marinatos,
hoy en parte invalidada.
Creta, sin embargo, pudo rehacerse después de
aquella catástrofe -si es que le llegó a afectar-;
reparó sus palacios e, incluso, intensificó su
expansión por el exterior de la Hélade, como prueba
la presencia documentada de constructores minoicos
en Micenas y de centros coloniales en las Cícladas,
Rodas y costas del Asia Menor.
Hacia el 1380 a.C., el palacio de Cnosos sufrió una
destrucción prácticamente total. En Micenas, donde
el influjo de Creta era poderoso, se estaba
desarrollando la transición entre el Micénico
Medio y el Micénico Reciente. Para S.
Hood, la destrucción de Cnosos se habría debido bien
a una invasión micénica, bien a una rebelión interna.
En cambio, para T. Hooker nada revela en la
documentación arqueológica un control del continente
griego sobre Creta, por lo que admite la continuidad
de la cultura minoica durante la etapa postpalacial.
Hay que señalar que los mitógrafos griegos situaron
en aquellos momentos la rivalidad entre los reyes
cretenses
Minos
y
Sarpedón
por las posesiones de Mileto, así como las guerras
llevadas a cabo por
Radamanto,
rey de Festos, contra Mégara, sin olvidar la llegada
a Creta de
Teseo,
hijo del rey Egeo de Atenas, que vencería finalmente
al Minotauro.
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Fundación
Educativa Héctor A. García |