Mayas
Ubicación geográfica de los mayas
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El desarrollo histórico
de los mayas prehispánicos abarca un amplio periodo de
tiempo de aproximadamente 3.000 años, desde que se
establecieron las primeras aldeas en la zona hasta el
sometimiento y desaparición gradual de esta cultura
tras su contacto con los europeos. Los historiadores e
historiógrafos especializados en el estudio del
continente americano aceptan una división de la
historia del mismo en los siguientes periodos (los
márgenes temporales que marcan la transición entre
periodos han de entenderse como algo flexible y pueden
variar dependiendo del historiador o de la zona de
América de que se trate): Cultura de nódulos y lascas
(40000 a.C.-10000 a.C.), Paleoindio (10000 a.C.-6000
a.C.), Arcaico (6000 a.C.-1200/1800 a.C.), Formativo o
Preclásico (1200/1800 a.C.-0/250 d.C.), Clásico
(300-900) y Postclásico (900-1500/1600). Los rasgos
que darían su carácter propio a la cultura maya se
estructuraron en el periodo Formativo, se consolidaron
y alcanzaron su esplendor en el periodo Clásico y se
prolongaron hasta el contacto con los españoles. A
continuación, se analizará este desarrollo histórico
más detenidamente, haciendo especial hincapié en los
periodos que conocieron el auge de esta civilización.
Los estudios más
recientes sugieren que el Nuevo Mundo fue colonizado
por pueblos asiáticos que llegaron desde Siberia por
Alaska a partir del año 40000 a.C., fecha desde la
cual se empieza a computar la prehistoria de los
pueblos americanos. La dilatada etapa preagrícola de
los mismos se suele dividir a su vez en tres grandes
periodos: la Cultura de nódulos y lascas, el
Paleoindio y el Arcaico. Los dos primeros abarcan
desde 40000/30000 a.C. hasta aproximadamente el año
7000/6000 a.C., una amplia franja temporal en la
cual se han datado los restos encontrados en Santa
Marta (Chiapas) y en la cueva de Loltún (Yucatán),
sitios relativamente alejados entre sí que hacen
pensar en la existencia de diferentes vías de
penetración y diferentes asentamientos, aunque todos
desde la ruta común de Los Altos. La historia de los
indígenas mesoamericanos se caracteriza aquí por el
desarrollo de la industria lítica, con instrumentos
de talla unifacial en un principio, como raederas y
puntas de hueso y de pedernal, y de talla bifacial
con forma de hoja de laurel hacia el final del
periodo, lo que sugiere la presencia de nuevas
técnicas de caza y manufactura. En el área maya, los
hallazgos de puntas talladas se combinan con los de
otros útiles asociados como buriles, raederas,
cuchillos, etc. y algunos instrumentos de molienda
que sugieren la práctica mixta de caza mayor, caza
menor y recolección de vegetales. Son numerosas las
puntas de tipo clovis halladas en la zona del
altiplano, en los Tapiales, en la Piedra del Coyote
y otros sitios de Totonicapán, datadas en el año
8760 a.C. En las tierras bajas son frecuentes las
puntas de cola de pez junto a otros instrumentos de
pedernal como nódulos y hojas.
El periodo Arcaico se
extiende desde el año 7000/6000 a.C. hasta el
2500/1500 a.C. Se caracteriza por el cambio
económico que tuvo lugar como consecuencia del
cambio climático provocado por la retirada de los
hielos. Esto trajo consigo la escasez de caza mayor,
lo que a su vez provocó un aumento en la recolección
de semillas, raíces y plantas silvestres y la
adopción de un patrón seminómada de asentamiento en
función de la explotación de estos recursos
vegetales. Esta tradición resultó a la larga
fundamental para el desarrollo cultural de
Mesoamérica, puesto que con ella se inició el
proceso de domesticación primaria y control de las
principales plantas alimenticias, como el maíz, el
fríjol, el chile, la calabaza, etc. Se ha podido
documentar con rigor la evolución de esta etapa
sobre todo en Belice, desde el Complejo Sand Hill
datado en el año 7500 a.C. hasta los yacimientos
tardíos de Melinda y Progreso. También en el
altiplano se vivió esta tradición, conocida como "Cultura
del Desierto", que se basaba en la recolección
estacional de semillas y en la práctica de la caza
menor, lo que permitió el establecimiento de
poblaciones seminómadas integradas por bandas de
distinto tamaño dispersas en un amplio territorio,
aunque bien delimitado. Al final de este periodo
aparecen además diversos asentamientos en la costa
del Pacífico, en Chiapas y Guatemala, datados entre
el 3300 y el 2000 a.C. y que, en contraste con los
dos anteriores, evidencian el desarrollo de un
sistema de vida sedentario basado en la explotación
de los recursos marítimos y con apenas evidencias de
agricultura o caza.
Se denomina así la
época en la que, en América, se generaliza la vida
sedentaria concentrada en aldeas y poblados y se
consolida la agricultura como medio de subsistencia
efectivo. Es precisamente en Mesoamérica en donde
mejor se conoce y se define este periodo, que se
encuadra cronológicamente entre el año 2500 a.C. y
los primeros siglos de la Era Cristiana, y que
guarda estrechas semejanzas con el Neolítico del
Viejo Mundo. El periodo Formativo, también llamado "Preclásico"
por algunos estudiosos, se caracteriza por los
continuos avances en las técnicas agrícolas, la
experimentación con nuevos cultivos, el incremento
de las cosechas, etc. Es en este periodo cuando se
empieza a definir una población de economía agrícola
y lengua maya en la zona del sur de México,
península de Yucatán y Guatemala. Con el tiempo, las
poblaciones aquí asentadas fueron desarrollando una
cultura muy evolucionada que anunciaba el nacimiento
de la gran civilización maya del llamado periodo
Clásico (300-900 d.C.).
Es posible dividir a su
vez el periodo Formativo en otros tres: Formativo
temprano, medio y tardío. Los restos del Formativo
temprano hallados en el sitio de Cuello, en Belice,
hablan ya de la existencia de edificios apoyados
sobre una pequeña plataforma con suelo de estuco, de
planta rectangular y extremos redondos, algunos
incluso completamente circulares, que sugieren un
uso ritual más que doméstico. Hacia el 2000 a.C.,
estas plataformas se sitúan ya en torno a un patio
abierto y recubierto de estuco. Junto a los
edificios, existen también restos de cerámica como
platos de fondo plano y otros objetos como
brazaletes de concha, cuentas de jadeíta, etc. En el
resto de las tierras bajas no hay vestigios de
ocupación hasta el año 1000 a.C. aproximadamente.
Durante el Formativo medio se pueblan Tikal,
Uaxactún y otros sitios cercanos, lo que da lugar al
horizonte cerámico Mamom que se extiende poco a poco
por toda la zona de El Petén. Como vestigios de esta
ocupación quedan, además de los correspondientes
restos cerámicos, algunas estructuras piramidales
sobre las cuales se asentaban edificios de carácter
perecedero. En cuando al Formativo tardío,
Tikal
alcanza un gran desarrollo localizado sobre todo en
torno a la Acrópolis del Norte, una gran plataforma
sobre la cual se levantaron diversos templos, la
mayoría de carácter funerario. No obstante, el
yacimiento más importante de ese periodo en la zona
del Petén es
El Mirador.
Se trata de un asentamiento cuya fundación se ubica
entre el 800 y el 600 a.C., y que alcanzó su apogeo
en el 200 a.C. En él se localizan conjuntos
monumentales como El Tigre, Monos, Danta y Tres
Micos, que dan cuenta de una complejidad cultural
sin precedentes: enormes templos piramidales,
grandes plazas, acrópolis decoradas. La decadencia
de El Mirador se produjo según todos los indicios en
el año 100 d.C., fecha en la que da comienzo el
siguiente periodo de la historia de los mayas. Otras
zonas situadas más al norte, ya fuera del Petén,
evidencian también signos de ocupación durante el
Formativo Medio; así, por ejemplo, en
Becán,
en la región de
Río Bec,
en
Dzibilchaltún,
Chichén Itzá,
etc. En estos asentamientos, aunque con menos
grandiosidad, es posible apreciar rasgos
característicos de la etapa formativa, como las
casas construidas sobre plataformas, el uso del
estuco y la pirámide, etc., junto con algunos
elementos característicos de la zona del norte del
Yucatán,
como las calzadas que unen asentamientos importantes.
En el altiplano, el sitio más característico es
Kaminaljuyú,
con grandes estructuras de tierra enlucidas y
pintadas, dispuestas en torno a patios abiertos, que
forman pequeños conjuntos ceremoniales. Hacia el
final de la etapa aparece la escultura de estelas y
monolitos de piedra. En la costa del Pacífico, el
sitio con mayor complejidad es
Izapa,
ocupado desde el 1500 a.C.
El final del periodo
Formativo coincide con la decadencia de una de las
regiones mesoamericanas más elaboradas culturalmente:
la del altiplano salvadoreño. Se desconocen
exactamente las causas de tal decadencia, aunque lo
más probable es que fuera debida a algún tipo de
catástrofe ecológica como la erupción del volcán
Ilopango. El caso es que se inició entonces un éxodo
de población hacia las tierras bajas que estableció
relación con zonas de Belice, el Petén y Verapaz. La
simbiosis entre los recién llegados y las comunidades
ya establecidas en el Petén Central dio lugar a un
momento de auge cultural conocido como "Protoclásico",
que se extendió aproximadamente entre los años 100 y
300 d.C. Debe señalarse que esta etapa de desarrollo
no tuvo lugar de manera uniforme, sino selectiva, y
que afectó tan sólo a los asentamientos de ciertas
zonas. En éstos se produjeron profundos cambios en
arquitectura, cerámica y escritura, y la población
aumentó considerablemente.
El periodo Clásico
constituye la etapa de mayor esplendor de la
civilización maya. Viene definido en sus comienzos por
la utilización de un sistema de escritura denominado
Cuenta Larga (véase
Cultura maya: escritura y
ciencia), y finaliza
cuando dicho sistema deja de usarse; en total,
aproximadamente, desde el año 300 hasta el 900.
En conjunto, el periodo
Clásico puede considerarse dividido en tres fases:
Clásico temprano (años 200/300-600), Clásico tardío
(600-800) y Clásico terminal (800-900/1000).
Las tierras bajas de El
Petén constituyen, por así decirlo, el hogar de la
civilización maya, la región en la que "lo maya" se
presenta de manera más característica. Se desconocen
numerosos datos acerca de este periodo, ya que el
periodo Clásico tardío, mucho más expansionista,
acabó eclipsando los hallazgos de los periodos más
tempranos. Pero se sabe que el calendario, que es
probablemente de importación olmeca (véase
Cultura olmeca),
alcanzó ahí su máximo desarrollo, mientras la
cerámica polícroma conocida como Tzakol, que
probablemente se importó de los altos de Guatemala,
se desarrolló también en esta región hasta
constituir una de sus características más notables;
la doble bóveda y el arco corbelado, por último,
parecen también originales de esta zona. El proceso
cultural maya se inicia en el Protoclásico y culmina
entre el 300 y el 450; en arquitectura y en lo
relativo al sistema jeroglífico, la culminación se
produjo hacia el año 350, mientras que en escultura
se dio en torno al 450.
De particular
importancia en este periodo es el culto a la estela;
la primera conocida apareció en Tikal y lleva una
inscripción en Cuenta Larga que representa la fecha
292 d.C. Luego se extendió esta práctica a Uaxactún
y, a partir del siglo IV, a otros centros de la
periferia. Las estelas son documentos de extremo
valor arqueológico y antropológico, ya que reflejan
fielmente el orden social, lo sancionan y
constituyen memoriales fieles de los líderes
políticos más poderosos. Además, otras veces llevan
representados ancestros y divinidades que dan cuenta
de lo trascendente de su función. El uso del glifo
emblema, una especie de símbolo formal de una unidad
política determinada, también es originario de esta
región.
La estructura social en
la época y región que nos ocupan constaba de una
reducida aristocracia y de un amplio grupo de
campesinos dedicados a trabajos de subsistencia,
junto con sectores intermedios de artesanos,
comerciantes, etc. Para la zona de Tikal, los
gobernantes más citados son Garra de Jaguar, Nariz
Rizada y Cielo Tormentoso, que aparecen
representados en multitud de restos arqueológicos de
este periodo (véase
Yacimiento Arqueológico de
Tikal).
En la zona de
Belice
se detecta una gran continuidad cultural entre el
periodo Formativo y el Clásico temprano. La
evolución fue aquí más lenta que en la zona del
Petén, ya que hasta mediados del siglo V no se
incorporó el culto a la estela. Sí se puede detectar,
en cambio, un incremento de la población y un
aumento de tamaño de los centros monumentales, con
enterramientos muy elaborados que muestran la
expansión del poder político y económico de la
aristocracia. Estas características pueden aplicarse
también al área del
río Motagua.
La zona del
Usumacinta,
a pesar del desarrollo constructivo bastante
temprano que demuestra, por ejemplo, Altar de
Sacrificios, no se suma a la tradición civilizante
del Petén hasta el siglo V. Durante el siguiente, el
siglo VI,
Yaxchilán
y
Piedras Negras
desplazan a
Altar de Sacrificios
como centro principal de influencia.
En
Palenque,
se sabe que gobernaron durante este periodo Cauac
Uinal I (el primer gobernante que se ha podido
identificar), Hok I, Cauac Uinal II y Bahlum, que
fue sucedido por una mujer, Kan Ik (583-604).
En el norte del Petén
el centro más importante de este periodo fue
Becán,
rodeada parcialmente por una muralla que sugiere la
existencia de enfrentamientos armados con otros
enclaves, tal vez incluso con Tikal. También en esta
zona se detecta la influencia de
Teotihuacan,
por ejemplo en el tratamiento de la cerámica y la
obsidiana y en algunos rasgos arquitectónicos.
El norte de la
península de Yucatán se vio sometido a desarrollos
desiguales durante el periodo Clásico temprano.
Algunos centros, como
Oxkintok,
aparecen adscritos al culto a la estela desde al
menos el año 475. También aquí se deja notar la
influencia teotihuacana, no sólo en la cerámica y
objetos portátiles, sino también en la decoración
arquitectónica. Esto significa que el afán
expansionista del centro de México aspiraba también
a ejercer algún control sobre las tierras del norte
de la península, ricas en recursos salinos.
En el altiplano de
Guatemala se pueden señalar para el Clásico temprano
dos fases culturales: Aurora y Esperanza,
localizadas en el valle de Guatemala, que
corresponden a otras en lugares diferentes del
altiplano. La transición entre el Preclásico y el
Clásico en esta región representa el abandono de
asentamientos debido al influjo de nuevas
poblaciones. La explicación de este fenómeno la
constituye, de nuevo, la invasión teotihuacana (véase
el apartado referente al período Clásico en el
artículo
América Prehispánica).
Esta invasión procedería seguramente de Teotihuacan
mismo o de un centro muy relacionado, como podría
ser
El Tajín,
y se produciría hacia el año 400 d.C. Los invasores
establecieron un intenso comercio con las tierras
bajas, lo que representó una importante influencia
teotihuacana en Tikal y Uaxactún, a la vez que un
notable influjo de las tierras bajas en Kaminaljuyú.
Lo teotihuacano se advierte en multitud de aspectos
estilísticos, como en la incorporación del sistema
de tablero y talud a la arquitectura maya del
altiplano, nuevos diseños y glifos como el ojo de
reptil, la mariposa, el agua, la concha, etc., la
incorporación de nuevos dioses como
Tláloc,
Xipe Totec,
Echecatl,
Xolotl,
Huehueteotl,
etc.;
juegos de pelota,
ceremoniales religiosos y mercados y peregrinaciones
para estimular el comercio.
Acerca del Clásico
temprano en la Costa del Pacífico se sabe muy poco.
En la Victoria no hay materiales de esta fase. En
Tiquisate, sin embargo, se pueden señalar vasos
cilíndricos sobre pedestal o sobre tres pies, o
vasijas con puente y vertedera y metates de dos
pies.
En la región de
Chiapas, el periodo Clásico temprano se divide en
dos fases: a) 200-350; y b) 350-550. En la primera
de esas fases o Chiapa VIII, la más intensa relación
de la zona se establece por igual con
Monte Albán
y con Zaculeu. Hay, sin embargo, pocas evidencias de
las relaciones con las tierras bajas y muy pocos
indicios del paso de los teotihuacanos por El
Mirador. Durante el Clásico tardío o Chiapa X
(550-950), los asentamientos se localizan en las
faldas de las montañas; destacan en dicho periodo
las relaciones culturales con Nebaj y el altiplano
de Guatemala y la presencia de influencias
teotihuacanas.
Entre los años 550-600 se produjo una primera crisis
cuya causa es todavía incierta. Se ha denominado a
esta breve crisis "hiato" del periodo Clásico, y se
plasmó en una brusca interrupción en la construcción
de monumentos y de estelas fechadas y en la
decadencia del arte escultórico. El final de esta
breve crisis sirve a los historiadores para marcar
el comienzo de un nuevo periodo: el Clásico tardío.
A partir del año 600,
entonces, se produjo un nuevo auge y desarrollo de
toda la región que se plasmó de inmediato en un
aumento notable de la construcción de estelas y en
una ordenación jerárquica de los distintos
asentamientos según la cual ciertos núcleos cívicos
pasan a dominar extensos territorios y a subordinar
a otros núcleos más pequeños o más débiles. Así,
Tikal se hizo con el control de parte del Petén;
Yaxchilán dominaba gran parte de la zona del
Usumacinta; Palenque, el suroeste del área maya;
Calakmul, el norte del Petén; y, por último, Copán,
el sureste de las tierras bajas. Además, en el norte
de las tierras bajas surgen otra serie de núcleos
que rivalizan con los anteriores, a la vez que otras
capitales del sur obtienen cada vez mayor grado de
independencia. La tendencia más generalizada, sin
embargo, es hacia la homogeneidad cultural, que se
plasma entre otras cosas en la adopción del
calendario lunar en la mayor parte de las tierras
bajas entre los años 687 y 756. De esta forma, el
modo de vida, los patrones de asentamiento, la
estructura social, el universo simbólico, la
adopción de determinadas características o signos
propios de los aristócratas, etc., se parecen cada
vez más en las distintas regiones, a pesar de que
también se produce simultáneamente una suerte de
profundización en las diferencias regionales.
Otro rasgo importante
de este periodo es la definitiva consolidación de
las redes comerciales de larga distancia (véase el
apartado "Comercio y relaciones exteriores" en la
entrada
Cultura maya: economía y
sociedad), comercio
que queda en manos de mercaderes y administradores,
y que contribuye a proporcionar información y
cooperación entre distintas áreas y poblaciones
alejadas entre sí. Detallando en concreto las
características de cada región, la cuestión quedaría
como sigue:
En
Tikal,
en el año 682, se establece una fuerte dinastía cuyo
primer gobernante fue bautizado por los estudiosos
como Gobernante A, de nombre Ah Cacau o Kal Cacabil.
A él se debe la construcción de diversos monumentos:
el Complejo de Pirámides Gemelas 3D-1, la estela 30,
el altar 14 y, veinte años más tarde, el Complejo de
Pirámides Gemelas 5C-1, la estela 16 y el altar 5,
lo que indica con toda probabilidad que la
construcción de tales conjuntos monumentales
obedecía a la celebración de cada katún (periodo
de 20 años de 360 días cada uno). Todo apunta a que
Kal Cacabil consiguió unir a las dos principales
dinastías que habían gobernado en Tikal: la
procedente de la antigua tradición maya y la más
proclive a Teotihuacan. Falleció entre los años 721
y 731, y fue sucedido por su hijo Yax Kin (el
gobernante B). Este último mandó construir el
Complejo de Pirámides Gemelas 3D-2, e hizo de Tikal
la ciudad más poderosa de todas las del área maya.
La ciudad alcanzó su máximo esplendor con la
construcción de los Templos IV y VI, y su esfera de
influencia se amplió todavía más mediante una
política de alianzas matrimoniales y militares con
otros centros, así como a través del control directo
ejercido sobre algunos otros centros como Uaxactún,
Nakum, Yaxhá, Xunantunich y Holmul. El rey B murió
en el año 768 y fue enterrado en el Templo IV. Fue
sucedido por el rey D en ese mismo año. Éste mandó
construir los Complejos de Pirámides Gemelas 4E-4 y
4E-3, que conmemoraban los años 770 y 790,
respectivamente. Es probable que el rey D finalizara
su reinado en el 809, fecha en la que se terminó el
templo III, en el que fue enterrado. El último
gobernante conocido de la ciudad fue Chitam, o el
rey C; su reinado está mal documentado, así como el
final de mismo, que debió de coincidir con la
definitiva decadencia de la ciudad hacia el año 889.
La región de
Palenque
fue de las últimas que se sumó a la etapa de
civilización del periodo Clásico. La dinastía de
esta ciudad se inició con el rey Kan Ik; éste tuvo
tres hijos, de los cuales sólo reinaron dos: Ahau
Kan (604-612) y Zac Kuk, una mujer, que reinó entre
el 612 y el 640. Pacal el Grande, hijo mayor de esta
última, gobernó hasta 683. Fue tal vez el rey más
importante de Palenque y el que llevó a la ciudad a
la época de su mayor esplendor. Le sucedió Chan
Bahlum, que gobernó entre los años 683 y 702; mandó
construir el complejo de los Templos del Sol, de la
Cruz y de la Cruz Foliada, y amplió también el gran
conjunto del palacio. A su muerte le sucedió su
hermano Kan Xul, que gobernó hasta 719; y a éste su
hijo Chaac, que reinó tan sólo entre el 721 y el
722. En este último año subió al poder Chac Zutz,
que reinó hasta 731; y luego alcanzó el poder el rey
Kuk, que reinó entre los años 764 y 783,
coincidiendo con el periodo de decadencia de la
ciudad. El último dirigente, según consta en una
vasija de cerámica, era probablemente de origen
mexicano, lo que indicaría que Palenque había caído
bajo la influencia de alguna dinastía procedente de
México. Accedió al poder en el 799 y se hacía llamar
6 Cimi.
En la región del río
Usumacinta, la ciudad más importante fue
Yaxchilán.
En un principio, este centro se hallaba bajo la
influencia de Tikal, pero en el año 514 la presencia
de un glifo emblema propio de la ciudad indica que
ésta había conseguido ya su independencia. El
expansionismo de Yaxchilán se inicia hacia el año
630, bajo la guía de un gobernante llamado Pájaro
Jaguar. Fue sucedido por Escudo Jaguar en el 682.
Este rey consiguió ampliar considerablemente su
territorio mediante conquistas militares y un
sistema de alianzas. En la Estructura 44 se narran
sus victorias. Falleció en el 742. Fue sucedido por
Pájaro Jaguar III, quien reinó entre los años 742 y
768 y continuó las hazañas militares de su padre; es
posible que se casara con una mujer perteneciente a
la elite de Tikal. Su muerte supuso el inicio de la
decadencia de la ciudad. Otros dos centros
importantes de la cuenca del Usumacinta fueron
Piedras Negras y Aguateca, que también
protagonizaron una expansión militarista similar a
la de Yaxchilán.
Por último, en el área
del Motagua, el núcleo más destacado fue
Copán,
cuyo glifo emblema, símbolo de su independencia, fue
grabado en el año 564. Su primer rey conocido fue
XVIII Jog (18 Conejo), que reinó entre los años 702
y 742. Durante su mandato, la ciudad perdió el
control sobre Quiriguá, que se independizó de la
mano de Cauac Cielo en el 731. Sin embargo, era
todavía una ciudad importante, como demuestra la
Estela A, en la que se menciona una división en
cuatro partes del sur del área maya con cuatro
capitales, una por cada parte, y que eran Tikal,
Calakmul, Palenque y Copán. El siguiente gobernante
fue Yax Guacamayo (también llamado Amanecer o Nuevo
Sol en el Horizonte); subió al trono en el 763 y
murió en el 775. En el año 782 comenzó el reinado de
Yax Murciélago, cuyo final coincide también con la
decadencia de la ciudad (805 es la última fecha
conocida).
En la zona de la Costa
del Pacífico, durante el Clásico tardío, se
reocuparon muchos lugares abandonados en el
Preclásico. Se dieron nuevos asentamientos en la
zona Ocós -Ayutla- Malacatán y en la llanura de la
cuenca del río Samalá. Son características las
piedras-hongo, los yugos y hachas y la cerámica
Plumbate, y en el terreno artístico destaca la
escultura monumental de Santa Lucía Cotzumalhuapa.
En el valle de Guatemala, se señalan las fases
Amatle y Pamplona durante el Clásico tardío. En este
periodo se advierte, al principio -hacia 650-700-,
el final de la influencia teotihuacana y el
resurgimiento de las formas mayas anteriores;
probablemente se trató de una lenta mayización de
los elementos teotihuacanos. Muy pronto, sin
embargo, entre los años 700 y 900 se produjo una
nueva invasión centro-mexicana, a la que cabría
calificar como Pipil-Nicarao o de teotihuacanos
tajinizados junto con pipiles. Se trataba de un
grupo guerrero muy agresivo que provocó la huida de
los asentamientos hacia las colinas, donde buscaron
protección. Esta nueva invasión, en realidad, vino a
terminar con el clasicismo y favoreció así la crisis
final de este periodo, pero antes se analizará con
más detalle cómo discurrieron los últimos años del
Clásico, aquellos que integran el periodo conocido
como Clásico terminal.
El sistema calendárico de
la Cuenta Larga dejó de utilizarse a partir del año
790 aproximadamente, precisamente en la época en que
mayor número de monumentos se habían grabado con dicho
sistema. La mayor parte de las fechas de ese periodo
aparecen en los centros más pequeños y marginales, lo
que indica que los núcleos de primera categoría
estaban perdiendo, o habían perdido ya, su prestigio
social y político y habían sufrido un drástico cambio.
El foco de la cultura maya se desplaza desde la zona
del Petén hacia regiones hasta entonces periféricas
como el suroeste de Chiapas o el norte del Yucatán y,
además, se acentúan considerablemente las diferencias
regionales.
El núcleo que alcanza un
desarrollo más complejo durante este periodo es Ceibal,
que entre los años 830 y 930 concentra una población
cercana a los 10.000 habitantes. La estela 10, del año
889, recoge buena parte de esta importancia y menciona
cuatro centros principales en que queda dividido el
sur del área maya: Tikal, Calakmul, Ceibal y Motul de
San José (estos dos últimos en sustitución de Copán y
Palenque). Todos ellos se sitúan en una zona central
del territorio, lo que sugiere una reducción notable
del área maya.
En el norte de la
península del Yucatán todavía existían algunos centros
prósperos como Dzibilchaltún, debido sobre todo a la
explotación de los recursos salinos en los que
abundaba la región. La ciudad de Edzná es la que
manifiesta una secuencia de fechas de Cuenta Larga más
dilatada (633-810). En la base de la península, por su
parte, surgieron distintas variantes regionales (estilo
Río Bec, Becán, Xpuhil, etc.) que combinaban la
influencia yucateca con la del Petén, y que conocieron
su máximo esplendor durante este periodo.
A finales del siglo IX,
cuando los núcleos mayas del sur de las tierras
bajas vivían un momento de esplendor cultural sin
precedentes, cuando las principales ciudades se
encontraban en el punto álgido de su desarrollo,
cuando la tecnología y las artes habían llegado a
sus niveles más complejos, se produjo una
interrupción en dicho desarrollo y un posterior
retroceso cuyas causas son, hoy por hoy, todavía
desconocidas. Tal proceso no fue uniforme; destacó
más en el área central y en el sur que en el norte
del Yucatán, donde empezó en tiempo posterior. Otras
zonas, como algunas partes de Belice, no llegaron a
sufrir esta decadencia.
Los rasgos principales
que definieron este fenómeno fueron los siguientes:
cesó repentinamente (a partir del año 909) la
actividad constructora de grandes edificios
complejos, así como la inscripción de textos
jeroglíficos en los monumentos. A lo largo de los
cuarenta años siguientes, este fenómeno se extendió
al resto del territorio maya. La población empezó a
descender y a abandonar los principales núcleos
urbanos de forma drástica, lo que se vio acompañado
de la intrusión de otros grupos extranjeros que
empezaron a penetrar por el oeste. Se interrumpieron
las rutas comerciales a larga distancia, se modificó
la estrategia comercial y los principales enclaves
comerciales cambiaron sus emplazamientos. Se dejó de
utilizar el sistema de Cuenta Larga y se fue
sustituyendo progresivamente por el de Cuenta Corta.
En definitiva, se produjo un proceso relativamente
rápido de deterioro del saber intelectual, artístico
y artesano, paralelo al que afectó a las relaciones
socioeconómicas, políticas y religiosas.
A medida que los
estudiosos han ido profundizando en el conocimiento
de la cultura maya, se han formulado distintas
hipótesis acerca de las causas de este deterioro que,
por la rapidez y dramatismo con que se produjo,
llamó enormemente desde un principio la atención de
los investigadores. Uno de los primeros científicos
que exploró el área maya,
John Lloyd Stephens,
fue el pionero en plantear la cuestión y formular la
hipótesis de las catástrofes naturales como
explicación a la misma. Tanto el exceso de lluvia,
como la ocurrencia de una prolongada sequía, podrían
haber originado el deterioro extremo de esta
civilización, así como los movimientos sísmicos o el
vulcanismo. Estas teorías llegaron a tener tanta
importancia, que motivaron el desplazamiento a la
región de expertos geógrafos y geólogos encargados
de investigar su plausibilidad. La primera decepción
llegó cuando los responsables de la investigación
concluyeron que el clima no se había alterado en el
área desde al menos dos mil años atrás, y que otras
grandes catástrofes como erupciones volcánicas,
huracanes, etc., podían haber actuado sobre el área
maya, pero de forma limitada y sin tener excesiva
repercusión. Otras hipótesis esbozadas en esta
primera fase de las investigaciones (epidemias,
plagas...) se desecharon igualmente con rapidez, ya
que la posibilidad de que actuaran simultáneamente
en un área tan extensa era remota.
Mayor apoyo recibió
otro grupo de teorías que se basaban en el deterioro
del medio ambiente; afirmaban que el exceso de
explotación de un suelo de limitado potencial
agrícola, utilizado además mediante sistemas de tala
y quema por una población cada vez más numerosa,
provocó un crecimiento de la sabana y un
empobrecimiento del terreno que repercutió
sustancialmente en la producción. Esta hipótesis,
defendida por S. G. Morley, tuvo una amplia
aceptación hasta la década de los años sesenta, pero
el descubrimiento del empleo de diversas técnicas de
cultivo intensivo por parte de los mayas y de la
existencia de mecanismos correctores del aumento de
población la hizo cada vez más difícil de mantener.
Un discípulo de Morley,
J. Eric Thompson, fue el autor de otra hipótesis
también de gran aceptación: afirmaba que el
detonante de la decadencia de los principales
núcleos cívicos mayas fue el deterioro que sufrió la
autoridad y el prestigio de la elite respecto del
segmento campesino, que habría protagonizado lo que
se ha venido llamando "revuelta campesina". Existen
datos fidedignos que prueban la ocurrencia de
saqueos dispersos por toda el área; algunos
monumentos que representaban a los gobernantes
fueron mutilados (aunque muchos de ellos por motivos
más rituales que de descontento social), hay también
señales de fuego en algunos edificios... Pero, de
nuevo, ninguno de estos fenómenos afectó al conjunto
de las tierras bajas, y fueron más bien hallazgos
ocasionales.
También se ha defendido
que la llegada de extranjeros a la cuenca del
Usumacinta y del Pasión motivó el desplazamiento de
las elites locales que controlaban las redes
comerciales y desestabilizó a las dinastías que
controlaban el área maya. El nuevo auge comercial de
los grupos putún, quienes abandonaron las antiguas
rutas comerciales terrestres y desarrollaron nuevas
rutas marítimas bordeando la península del Yucatán,
hizo que los centros clásicos quedaran aislados y
desabastecidos.
Una hipótesis reciente
sugiere que el concepto del tiempo que tuvieron los
mayas contribuyó en gran medida a la desaparición de
su cultura. En efecto, la obsesión de este grupo por
un tiempo cíclico (véase el apartado "Aritmética y
astronomía" en la voz
Cultura maya: escritura y
ciencia) dio lugar
a predicciones desfavorables que provocaron el
desánimo de la sociedad, lo que unido a la
confluencia de otros problemas de orden económico,
social y político, acabó minando la consistencia de
los principales núcleos urbanos y, a la larga, de la
sociedad maya en general. Parece ser un hecho
constatado que el final de ciertos ciclos
calendáricos muy importantes, como el de los 13
katunes, estuvo marcado por la ocurrencia de
sucesos desgraciados: por ejemplo, la conquista de
Tayasal en 1697 coincidió con el final de uno de
estos ciclos de 13 katunes; los primeros
síntomas de decadencia del Clásico coinciden con el
inicio de un nuevo katún (en 760); el fin del
ciclo anterior había coincidido con el "hiato" del
Clásico medio (hacia 534, vid. supra)... Los
sacerdotes mayas, conocedores expertos de la
historia de su pueblo y convencidos de que el tiempo
transcurría cíclicamente, no podían sino predecir la
repetición de esas grandes catástrofes, lo que sin
duda desmoronó a la población y, más tarde, a la
estructura social en general. La hipótesis en sí es
difícil de comprobar, pero su formulación ha abierto
nuevos caminos para investigar y llegar a alguna luz
con respecto a este fenómeno.
Una última teoría
interesante para explicar la desintegración de la
civilización maya clásica es la de la guerra civil.
Se sabe que hubo intentos de ampliación de los
principales centros regionales y que éstos pudieron
originar épocas de considerable carestía y otras
dificultades responsables del deterioro. Sin
embargo, tal y como afirma Andrés Ciudad, parece
improbable que llegara a producirse una auténtica
guerra civil y los estudiosos calculan que tan sólo
tuvieron lugar en la zona maya guerras tribales que
no afectaron al territorio de manera homogénea.
A pesar de todas estas
propuestas, lo cierto es que al principio del siglo
XXI no podía hablarse todavía de una explicación
coherente y constatada, que permitiera entender por
qué una cultura tan desarrollada intelectual,
política y económicamente se precipitó hacia su
colapso de manera tan vertiginosa.
El periodo postclásico de
la civilización maya comienza a partir del año 900
aproximadamente. Los cambios son, por lo general, de
tipo social. En efecto, se produce una alteración de
la organización social orientada sobre todo hacia una
mayor militarización, secularización y
profesionalización de la sociedad. También surge un
cambio en la distribución de los asentamientos.
Motivada por un periodo de hegemonía del grupo étnico
putún, de fuerte carácter comercial y guerrero, se
origina una sustitución de las redes de comunicación
interna del territorio por el establecimiento de rutas
comerciales marítimas. Esta circunstancia provoca un
progresivo abandono y deterioro de las zonas del
interior a la vez que una potenciación del perímetro
costero del Yucatán, que adquiere un desarrollo
inusitado hasta ese momento.
El principal centro
poblacional de esta etapa es
Chichén Itzá,
que incorpora a la tradición maya genuina elementos
procedentes de la zona del altiplano central mexicano,
concretamente de
Tula.
Así, por ejemplo, se hacen frecuentes los edificios
con grandes galerías de pilares o columnatas, los
templos redondos, las columnas con forma de serpiente
emplumada, los altares de cráneos, los jaguares y
águilas devorando corazones humanos, los atlantes que
sostienen altares, las representaciones de guerreros,
el uso del chac mool (una talla de figura
humana semirreclinada, con las piernas recogidas y un
recipiente sobre el abdomen), los instrumentos de
metal, la incineración de los cadáveres, la
importación de dioses mexicanos (Tlaloc, Tezcatlipoca,
Tlalchitonatiuh) y una profunda renovación artística
en general.
Hacia el año 987, según
documentos yucatecos, llegaron a Chichén Itzá grupos
itzá procedentes de Tula que estaban dirigidos por un
líder que recibía el título de Quetzalcóalt-Kukulcán (Serpiente
Emplumada). Instalados en el poder a partir de este
momento, los recién llegados dominarán el norte del
Yucatán hasta el siglo XII. Es la época de
construcción de grandes estructuras como el Castillo,
el Gran Juego de Pelota, el Templo de los Guerreros,
el Mercado, el patio de las Mil Columnas, etc. La
investigación arqueológica, no obstante, no ha podido
confirmar la versión recogida en dichos documentos.
Hacia el año 1100 se
fundó cerca de Chichén Itzá un núcleo de pequeño
tamaño conocido como
Mayapán
que poco a poco logró desbancar la capitalidad del
norte de la península. La derrota de los itzá les
obligó a desplazarse hacia el sur hasta llegar a la
región lacustre del Petén meridional. Se inauguró
entonces una etapa que continuó hasta que tuvo lugar
el contacto con los españoles y que se caracterizó por
la continua competencia entre pequeñas unidades
políticas independientes entre sí. Desde el punto de
vista cultural, en Mayapán se produjo una síntesis de
la tradición procedente del centro de México, afincada
luego en Chichén Itzá, y la propia de la región
puramente maya, lo que dio lugar a un sincretismo
cultural que se convirtió en característico de este
periodo.
A la vez que se dio esta
hegemonía de Mayapán en el norte del Yucatán, se
produjo también una etapa de esplendor en la costa
oriental de la península originada con toda
probabilidad por el auge comercial de los putún de la
costa de Tabasco. Destacaron al respecto centros como
Acalán o Chakanputún.
En 1441, una revuelta
contra los Cocom que dominaban el área de Mayapán tuvo
como consecuencia su dispersión y el abandono de este
enclave. A partir de entonces, el Yucatán se disgregó
en unidades políticas de pequeño tamaño denominadas
cuchcahob, que ascendían al número de 19 en el
momento de la llegada de los españoles. Con un elevado
grado de autonomía política, económica e, incluso,
organizativa, su historia se redujo a los continuos
enfrentamientos mutuos con objeto de alcanzar una
homogeneidad política que faltaba desde la caída de
Mayapán
Después de esto
vino la anarquía y desintegración del imperio.
Las ciudades recuperaron su independencia y se
enfrentaron en luchas para imponer su poderío.
Se produjo un rechazo a las influencias
mexicanas, por lo que se retomó la cultura maya
clásica. En las tierras altas de Guatemala, los
quichés formaron un pequeño imperio que
no duró mucho tiempo.
A todo esto, hay
que sumarle el huracán de 1464 y la peste de
1480, por lo que los centros poblacionales
fueron abandonados. Los mayas se instalaron
nuevamente en la zona central, en la región de
Petén.
La decadencia de
los mayas y sus múltiples conflictos internos
facilitaron la conquista y asentamiento de los
españoles, que descubrieron la península de
Yucatán en 1517 (Hernández de Córdoba).
Aunque las
primeras incursiones conquistadoras fracasaron,
a finales de la década de 1520 casi todos los
territorios de influencia maya habían sido
dominados. En 1524, Pedro de Alvarado conquistó
el territorio de Guatemala, fundando la ciudad
de Quezaltenango. En 1527, Francisco de Montejo
ocupó Yucatán, ocupación que culminó su hijo en
1536. En 1546 ya se había conquistado la mayor
parte de la península, aunque los mayas que
quedaban seguían resistiéndose.
La zona central,
donde se encontraban los itzáes, fue sometida en
1697, cuando Martín de Ursúa atacó su fortaleza,
Tayasal, a orillas del lago Petén Itzá, en las
profundidades de la selva de la actual
Guatemala. Durante este tiempo, también hubo
algunas revueltas en Yucatán y Chiapas. Sin
embargo, los conquistadores lograron imponerse. |
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