Islam
Vea zona
geografica
[Mapa]
Civilización que tiene como eje unificador la religión
predicada por
Mahoma
durante el siglo VII, desde entonces y hasta el siglo
XVI se extendió con gran rapidez por el Oriente Medio,
norte de África y Península Ibérica. En la actualidad,
desde Marruecos hasta Indonesia, muchos cientos de
millones de musulmanes (creyentes del islamismo)
cumplen con sus oraciones diarias, recitando el
Corán
(libro sagrado del Islam) y mirando hacia la ciudad
sagrada de La Meca.
El
creador de esta religión fue Mahoma, el profeta de
Alá
(el Dios único, el Ser Supremo, uno en persona, uno en
sus atributos y uno en sus obras). Mahoma era un árabe
caravanero de
La Meca,
donde su tribu, los coraichitas, tenían una posición
privilegiada fundamentada en el comercio. En sus
viajes conoció las religiones
hebraica
y
cristiana
que influyeron en su doctrina. Sus primeras
predicaciones, iniciadas en el año 610, fueron
dirigidas a su entorno familiar que era politeísta,
guardianes de la
Kaaba
(fetiche sagrado venerado por todas las tribus de
beduinos nómadas de Arabia), que le ocasionaron
persecuciones por impostor y visionario alucinado.
Mahoma tuvo que huir de La Meca y refugiarse en la
ciudad de
Medina
(Yatrib). Tal huida (Héjira),
realizada el 20 de septiembre del año 622, es un hecho
importante para los musulmanes pues con ella se inicia
la era musulmana y comienzo de su calendario. En
Medina, Mahoma sistematizó su doctrina adaptándola a
las tradiciones preislámicas, convirtiéndola en una
nueva religión. Tras una serie de luchas pudo regresar
victorioso a La Meca en el año 630, y durante los dos
últimos años de su vida pudo predicar su religión a
los árabe-beduinos, que la adoptaron como su religión
nacional. A su muerte, en el año 632, en Medina, toda
la península de Arabia había sido unificada bajo los
ideales de la nueva religión.
La
doctrina del Islam se fundamenta en el sometimiento a
la voluntad de Alá. Esta idea se concreta en un único
dogma que afirma que todas las cosas ocurren porque
Alá las ha previsto así, y el musulmán (el creyente)
debe de aceptarlas en todo momento. Mahoma es su
último y más importante profeta. El resto, son normas
y preceptos que regulan la vida para llegar a ser un
musulmán perfecto, y se encuentran recogidas en el
Corán. Los más importantes son: práctica de la oración
(salat), individual o en común, cinco veces al
día, postrado en dirección a La Meca y precedido por
las abluciones purificadoras; ejercicio de la limosna
y la hospitalidad con todos los musulmanes y
extranjeros; práctica del ayuno anual durante el mes
de
Ramadán,
noveno del año lunar árabe, absteniéndose desde el
alba hasta la puesta del sol, de beber, comer y fumar;
realizar una vez en la vida un viaje de peregrinación
(el hach) a La Meca para adorar la Kaaba; por
último, la guerra santa (chihad) contra los
infieles para defender el Islam ante cualquier ataque.
Hubo y hay otras muchas normas en el Corán que
sirven para regular la vida de los creyentes: la
prohibición de consumir la carne del cerdo y las
bebidas alcohólicas; hasta la época de los
Abbasíes
estuvo prohibido también la música y la danza; el
hombre puede casarse con varias mujeres, éstas están
sometidas al varón, pero se acepta el divorcio; la
tolerancia con las otras religiones, sobre todo con
cristianos y judíos ("religiones del Libro"); y la no
representación de Alá en ninguna forma escultórica o
pictórica.
Después de la muerte del profeta, su mensaje
religioso tuvo varias interpretaciones que
ocasionaron violentas luchas internas. Las dos
corrientes más importantes que han dividido desde
entonces al Islam son: la
sunnita
y la
chiita.
La primera, llamada sunnita porque junto al Corán
aceptan la Sunna o libro de la tradición, que
contiene las vivencias y pensamientos de Mahoma
recogidos por sus primeros discípulos; sus
partidarios, también llamados ortodoxos, pertenecían
a las clases ricas y privilegiadas de Arabia y de
las nuevas tierras conquistadas. Los chiítas no
aceptan la Sunna y creen que la interpretación del
Corán debe de hacerla, de entre los descendientes de
Mahoma, el mejor musulmán, el
Imán,
dotado de alma profética. Por tanto, la figura de
Imán debe corresponderse con los descendientes de
Alí,
yerno del profeta.
Los chiítas encontraron apoyo
entre las clases populares y eran, y son en la
actualidad, más rigurosos en el cumplimiento del tipo
de vida contenido en el Corán, al que, para ensalzar
la figura de su líder religioso, Alí, añadieron una
sura o capítulo mitificando al yerno del profeta.
Actualmente, la mayoría del mundo islámico pertenecen
a la corriente sunnita; los chiítas dominan en Irán
desde la revolución integrista del
Ayatollah Jomeini,
desde donde se están extendiendo por otros lugares del
Oriente Próximo (Argelia, Egipto, Irak, Líbano, etc.).
Tras el profeta Mahoma, sus sucesores, los
califas
perfectos,
extienden su dominio político y religioso por las
provincias más ricas y pobladas del
Imperio
bizantino (Siria,
Egipto, Palestina), destruyen el
Imperio
sasánida y
conquistan
Mesopotamia.
La conversión al Islam de los pueblos recién
conquistados aportó recursos humanos y económicos al
Califato
para poder continuar la expansión por Occidente y
Oriente.
Desde
el punto de vista político, la sucesión de los
califas perfectos será la cuestión más grave
ocurrida en el proceso de constitución del Imperio
islámico.
A
la muerte del profeta, su suegro
Abu Bakr
(Abubéquer) fue elegido califa (sucesor) contra la
opinión de los partidarios de Alí (primo del profeta
y esposo de Fátima, la hija de Mahoma). Abu Bakr
sometió a las tribus de nómadas independientes a la
comunidad musulmana; terminada la conquista de
Arabia marcha hacia Siria y Persia y derrota a los
bizantinos en las proximidades de Jerusalén.
Le sucedió
Omar ibn al-Jattib
que en los diez años de su reinado (634-644)
conquistó Siria (tomó Damasco en el año 635 después
de vencer a los sirios en la batalla de Yabeza),
Persia (entró en Ctesifón en el año 636 tras la
victoria de Kadesiya y más tarde, en el año 642,
derrota a los persas en Nehavend). Jerusalén, y toda
Palestina, fueron conquistadas en el año 638. Egipto
queda sometido a los árabes después de la batalla de
Heliópolis (640) e incluso obligan a los bizantinos
a evacuar Alejandría, quedando así todo el país bajo
el dominio árabe. Después se extendieron por Libia,
Trípoli y toda la región del norte de África. El
califa Omar transformó el sistema árabe en un
imperio teocrático, para cuya administración
organizó una estructura basada en la figura del
emir,
jefe de las tropas conquistadoras que es a la vez
representante del califa para los asuntos civiles,
religiosos y judiciales.
Asesinado Omar, fue elegido califa
Otman
(644-656), de la familia de los
Omeyas,
que prosigue la expansión afianzando el dominio
árabe en la zona de Barka en Libia; con la ayuda del
gobernador de Damasco (Muawiya) luchó contra
Bizancio y creó una flota de guerra para defender
Alejandría de los intentos de conquista bizantinos.
Durante su gobierno nació el movimiento chiíta,
secta integrada por los partidarios de Alí.
Asesinado Otmán en el año 656, los chiítas imponen a
Alí (primo y yerno de Mahoma) en el Califato, pero
tal designación va a ser combatida por la viuda de
Mahoma,
Aixa,
que no lo consideraban digno de ser califa; sus
seguidores fueron derrotados en la batalla del
Camello junto a Basora en el año 656, considerándose
este hecho como la primera guerra civil del
islamismo. Alí pretende alejar su corte de la
influencia árabe y traslada la capital del califato
desde Median (Arabia) a Cufá, en Irak, pero allí
Moawiah
I (Moavia, pariente
de Otmán) se negó a reconocerle como califa y se
declaró independiente en Siria. Después de la
batalla de Siffin (657) ambos contendientes, con el
arbitraje de Adhroj, llegaron a un acuerdo, pero
Moavia se declaró califa en Jerusalén; murió Alí
asesinado poco después (661). Moavia instaura en el
Califato de Damasco la dinastía de los Omeyas, que
habrá de gobernar el imperio desde el año 661 al
750.
Desde el reconocimiento en
Jerusalén de Muawiya (Moavia) como califa (661)
hasta el fin de la dinastía (750), se realiza una
completa transformación del Imperio. La base de
éste dejó de ser específicamente religiosa para
convertirse en un movimiento de carácter
nacionalista; quedó organizado burocráticamente
bajo los modelos persas y bizantinos, es decir,
centralizando todos los poderes en el aparato
administrativo de
Damasco,
la nueva capital del Imperio. También el sistema
de sucesión al califato se vio modificado por la
costumbre de los pueblos conquistados, dejó de ser
electiva para transformarse en hereditaria.
En el aspecto territorial,
el Imperio se engrandeció con rapidez durante el
gobierno del califa Walid I (705-715): hacia el
Oeste, alcanzaron, por el norte de África, el
estrecho de Gibraltar, y tras vencer a los
visigodos de la península Ibérica (Tarik,
lugarteniente del gobernador de África, Muza, que
desembarcó en Algeciras y después de derrotar en
Guadalate (771) a
Rodrigo,
el último rey visigodo, emprendió la conquista de
la península) siguieron su carrera conquistadora
por Europa más allá de los Pirineos, enfrentándose
a los francos, quienes con grandes dificultades
consiguieron detenerlos en
Poitiers
en el año 7336. No menos sorprendente fue su
marcha hacia el Este; a principios del siglo VIII
los ejércitos árabes alcanzan el Indo (711) y el
Turquestán, donde fueron detenidos por los chinos.
Mucho más lento fue su avance hacia Constantinopla
debido a la resistencia ofrecida en la meseta de
la Anatolia por los emperadores de Bizancio.
Los restantes califas Omeyas
no destacaron por sus grandes hechos:
Yezid
derrotó a Husain, el hijo de Alí, en Kerbela
(680); Abdelmelik sofocó levantamientos chiítas,
restableció la unidad del Imperio derrotando a los
anticalifas de La Meca, afianzó el dominio árabe
en el norte de África (conquista Cartago en el 689
e inicia la construcción de la mezquita de Kairuan
en Túnez) y estableció un sistema monetario que se
aplicó en todo el Imperio. El final del Imperio
Omeya se produce durante el gobierno del califa
Marwan II (744-750), que sucumbe frente a una
revolución chiíta encabezada por
Abul-Abbas;
al ser derrotado en la batalla del Gran Zab se
instaura la dinastía de los abasidas. De la
matanza que siguió a esta derrota murieron todos
los miembros de la dinastía Omeya, escapando
únicamente el joven
Abd
Al-Rahman I (Abderrahman),
que huye a España y funda el emirato independiente
de Córdoba en el año 756.
La
nueva dinastía entronizada en el califato tras la
sublevación de los abasidas, encabezada por
Abul-Abbas (descendiente del profeta) que fue
proclamado califa en el año 750, produjo profundos
cambios en el sistema de gobierno.
El
califa deja de ser el jefe de los conquistadores
árabes para convertirse en el jefe de los creyentes.
Los Abbasíes se presentaron como sucesores de los
califas legítimos, no de los impíos Omeyas. Se
atribuyeron la misión de conservar la ortodoxia y
convirtieron el Estado en una teocracia.
Abul-Abbas murió en el año 754 y le sucedió su
hermano Al-Mansur (el Victorioso) (754-775), que fue
el verdadero fundador de la dinastía y organizador
del Imperio, creador de las bases del nuevo Estado
con la ayuda de las tropas auxiliares persas.
Con el traslado de la capital del Imperio a Bagdad
en el año 762 termina la hegemonía árabe y se da
paso a los persas (iranios), que imprimen una
tendencia orientalizante en las costumbre y modos de
vida. La guardia del califa, el cargo de visir,
todos los altos funcionarios, serán persas. La
administración se complicó, la corte adquirió lujo y
esplendor oriental, tomando como referencia los
modelos persa y bizantino. La ciencia y el arte se
enriquecieron notablemente con estas nuevas
influencias. Con
Harun
Al-Rasid (786-809),
el soberano del cuento de las Mil y una noches,
el Imperio inicia un proceso de desmembración en
varios califatos al verse forzado a reconocer la
independencia de la dinastía
Idrisi
en Marruecos (788), y en Kairuan la de los
Aglabíes.
Contemporáneo de
Carlomagno,
el califa emuló la gloria y riquezas del emperador
europeo.
A
la muerte de Al-Rachid, sus hijos lucharon por la
sucesión contribuyendo a la decadencia de la
integridad imperial. Durante el siglo IX los
conflictos internos, las rebeliones chiítas y el
surgimiento de dinastías independientes (algunas
desde el siglo III, como por ejemplo la de los
Omeyas en España o las citadas de Marruecos y
Kairuan) terminan con el poder político real del
califa que, a partir de estos momentos, se limita a
conservar la dignidad de guía espiritual, Iman de
los creyentes, y aún así, lo que en un principio
había sido una separación estrictamente política,
durante el siglo X adquirió un carácter religioso.
En el año 910 se desglosó del Califato de Bagdad el
Califato
Fatimí,
que englobaba los Emiratos del norte de África; poco
después, en 929,
Abd
Al-Rahman III crea
el Califato de Córdoba, en Al-Andalus. Con el acceso
del emir Amir al-Umara al califato (936), los demás
emires independientes se autotitularon califas,
degradándose la autoridad política abasida. Bagdad a
mediados del siglo XIII es conquistada y destruida
por los mongoles (tribus de pastores nómadas
originarios de Mongolia).
|
|
Fundación
Educativa Héctor A. García |