Los orígenes de la
Civilización India se remontan al 3000 a.C, en que se
desarrolló, en torno al río Indo, una brillante
civilización que recibe el nombre de
Civilización de Harappa.
Esta cultura neolítica, comparable a la de Mesopotamia,
puede considerarse el origen de algunos de los rasgos
propios de la India histórica, y es el punto de partida de
los cultos dedicados a la diosa madre y de los rituales
sexuales y de fertilidad, que darían lugar al shaktismo y
al
tantra.
Igualmente, en las distintas ciudades de la Civilización
de Harappa, entre las que destacan la propia Harappa y
Mohenjodaro,
se han encontrado numerosos objetos artísticos que pueden
considerarse antecesores de la plástica posterior.
El verdadero origen de la cultura india propiamente dicha,
se fragua, sin embargo, con la fusión de la tradición
local neolítica, claramente agraria y matriarcal, con el
elemento ganadero y masculino importado por las invasiones
arias (indoeuropeas) que se produjeron entre el 1500 y el
1200 a.C. A partir de estas invasiones se desarrolla un
período extraordinariamente importante, aunque mal
conocido, de la historia de India que suele dividirse en
dos grandes momentos: el
Período Védico y el
Período Brahmánico,
en los que se escribieron las grandes obras religiosas y
las epopeyas indias; entre ellas, los
Vedas,
el Mahabharata y el Ramayana; también en
estos períodos se configuró el sistema social de las
castas y se desarrollaron dos grandes religiones, que
surgieron como reacción al brahmanismo: el
budismo y el
jainismo. Durante este
período de formación, India entró en contacto con los
persas y con los griegos de Alejandro Magno, que fundaron
varias ciudades junto al Indo, en la región de
Gandhara.
La Civilización del Indo
Los
orígenes de la civilización india se remontan a la misma
prehistoria.
La
primera actividad humana de la región ha sido detectada
en la Edad de Piedra, destacando los utensilios
primitivos en las regiones de Gurajat, Rajasthan y
Bihar, en Pakistán y en el extremo sur de la India.
En el año 3000 a.C., pueblos drávidos de piel obscura y
origen desconocido, sometieron a naciones negroides de
origen camita que habitaban el noroeste de la India
desde tiempos remotos. Aquellos pobladores desarrollaron
una cultura avanzada, labrando la tierra, fundiendo el
bronce y elaborando objetos de alfarería.
Esos
antiguos drávidos comenzaron a nucleares en comunidades
cada vez más evolucionadas practicando el intercambio de
mercaderías a través del truque y el comercio a mayor
escala con otros pueblos del Asia central, por medio de
caravanas.
En el año 1922 de nuestra era, trabajadores que tendían
la línea férrea en el noroeste, entre la India y
Pakistán, dieron con las milenarias ruinas de dos
grandes ciudades cuyos vestigios databan del 2700 a.C. y
que, según estudios arqueológicos, tuvieron su era de
esplendor en el 2500 a.C. Acababan de descubrir los
vestigios de la milenaria civilización del Valle del
Indo, cuyas principales poblaciones fueron Mohenjo-Daro,
sobre la orilla izquierda del Indo inferior; Harappa,
unas millas más al norte y Lothal.
Se
trataba de ciudades perfectamente bien diagramadas,
sobre una superficie de un kilómetro cuadrado, provistas
de viviendas y tiendas de ladrillo cómodas y espaciosas,
algunas de ellas de dos y hasta tres pisos, sólidamente
construidas a lo largo de calles anchas y callejas
angostas dispuestas en ángulo recto, por las que
circulaban cómodamente carros tirados por bueyes,
caballos y transeúntes. Destacaban en ellas sus templos
y palacios finamente ornamentados y una eficiente red de
canales y alcantarillas que garantizaban el aporte de
agua potable y la expulsión de aguas servidas. Rodeaban
a las ciudades un importante muro sobre los cuales había
edificadas torreones y habitaciones destinadas a la
defensa y la vigilancia. Una cosa que llamó
poderosamente la atención de los arqueólogos fueron los
pozos y cuartos de baños en las casas particulares y la
abundante cantidad de vasijas y utensilios encontrados
de alta calidad en las excavaciones, algunos de piedra,
otros de bronce y otros de cobre.
En
Mohenjo-Daro y en Harappa se excavaron varias ciudades
superpuestas con la característica peculiar de que las
capas inferiores evidencian un arte mucho más
desarrollado que las superiores.
Además
de las mencionadas, se descubrieron posteriormente otros
centros urbanos de igual importancia tales como Amri,
Merghar, Dholavira, Rakhingarhi y Kalibangan.
Los
habitantes del Indo practicaron una agricultura elevada,
con instrumentos de labranza y animales de tiro,
destacando entre sus principales cultivos el algodón, el
trigo, los guisantes y la cebada. Desarrollaron la
escritura, fabricaron importantes objetos de cerámica y
emplearon el torno además de trabajar los metales con
mucha habilidad. Emplearon animales de carga y
transportaron sus mercancías en carros y embarcaciones
que les permitieron alcanzar pueblos lejanos.
El área
de influencia de la Civilización del Indo fue amplia,
extendiéndose desde aquella importante vía acuática
hasta el Ganges y desde Afganistán hasta el actual
estado de Gujarat. Estos antiguos hindúes desarrollaron
técnicas sorprendentes, especialmente un avanzado
sistema de medición.
Parece
ser que Mohenjo-Daro fue el centro más importante de
aquella cultura, con gran influencia sobre las demás
ciudades y que en su momento de esplendor, el país
entero alcanzó los 5.000.000 de habitantes.
Los
antiguos indios adoraban a dioses antropomorfos con
formas masculinas y femeninas, desarrollando ritos y
ceremonias no muy complejos. Se han descubierto
estatuillas en diferentes puntos del país, entre ellos
el busto de un hombre hecho en esteatita y una llamativa
bailarina de bronce, lo mismo imágenes de la Diosa Madre
hechas en terracota.
La Invasión de los Arios
Antes
del año 3000 a.C. los arios, pueblos nómades y guerreros
del Asia central, pastaban sus rebaños en la meseta de
Pamir. A partir de esa fecha comenzaron a emigrar
lentamente hacia la meseta de Irán, para asentarse en lo
que tiempo después fue Media y Persia, donde tomaron
contacto con la Civilización del Indo.
Excelentes jinetes y guerreros, los arios desarrollaron
un arma poderosa que los prácticamente invencibles: el
carro de combate.
Los
arios hablaban una lengua denominada Sánscrito, eran
robustos, de estatura media, abundante cabellera y barba
y tez blanca, tirando a cetrina. En sus tierras de
origen practicaron una agricultura más bien elemental,
lo mismo la ganadería, que con la guerra parece haber
sido su actividad más importante. Combatían arrojando
lanzas, blandiendo hachas y utilizando con habilidad el
arco y la flecha.
Alrededor del año 1800 a.C. tribus arias que ya
habitaban la meseta de Irán, atravesaron el Indu-Kush y
cayeron sobre la Civilización del Indo, arrasando todo
el valle, aniquilando a sus habitantes y destruyendo sus
ciudades. En poco tiempo, aquella elevada civilización
desapareció y los drávidas, sus moradores, superiores en
número pero no en destreza militar, desaparecieron o
fueron esclavizados al no poder contener el arrollador
avance de los invasores.
Mientras los arios destruían los grandes centros
civilizados (Mohenjo-Daro, Harappa, Lothal), los
primitivos hindúes buscaron refugio en las desérticas
mesetas de Dekán, pero sobre ellos cayeron los
conquistadores, una vez más, esclavizándolos y
denigrándolos a lo más bajo.
La
irrupción de los arios (establecidos principalmente en
el Valle del Indo y posteriormente en el Punjab), puso
fin al importante desarrollo económico de la región,
convirtiendo al país en una tierra sin contactos con el
exterior mientras que por el centro y el sur del
subcontinente, por el contrario, comenzaron a
incrementarla, lejos del contacto con los invasores.
Los
invasores establecieron en la India un nuevo modo de
vida. En un principio se dedicaron a la guerra y el
saqueo, pasando luego al pastoreo, la labranza y una
rudimentaria industria. En las ciudades desarrollaron
varios oficios artesanales y 500 a164sd antes de Cristo,
organizaron poderosos gremios como el de los
metalúrgicos, carpinteros, picapedreros, marfileros,
curtidores, alfareros, tintoreros, pintores, decoradores,
cazadores, pescadores y muchos más.
Practicaron un rudimentario comercio en base al trueque
utilizando cabezas de ganado bovino como moneda y
acuñaron toscas monedas de cobre.
El
estado indoario estuvo regido por un rey y un consejo de
guerreros y cada tribu estuvo gobernada por un rajá,
cuyo poder estuvo limitado por el consejo tribal.
Imperio Maurya
En el siglo VI a.C
Darío, rey de Persia, conquistó el Valle del Indo y lo
incorporó a su imperio como una satrapía (suerte de
provincia o gobernación) y en el 327 a.C. lo invadió
Alejandro Magno, quien combatió al año siguiente contra
el rey Poro del Punjab, a quien derrotó a orillas del
río Hidaspes. Tan bravo fue el hindú en el combate y tan
caballero tras la derrota, que Alejandro lo hizo su
aliado antes de seguir viaje hacia el Ganges. Pero sus
tropas estaban extenuados después de ocho años de
conquistas y exigieron regresar. Siguiendo el curso del
Hifasis, los griegos descendieron hasta Patala, siempre
combatiendo y desde ese punto emprendieron el regreso.
Con la muerte de
Alejandro en Babilonia (323 a.C.) su gigantesco imperio
se fragmentó en numerosos reinos, siendo los principales
Grecia, Siria (imperio seléucida), Egipto y Tracia con
el Asia Menor. En la India, el rey Mahapadma Nanda,
reestableció el reino de Magadha y gobernó hasta el año
320 a.C. cuando fue destronado por Chandragupta Maurya
(313-289 a.C.), joven chatria, miembro de una familia
noble y cabeza de una nueva dinastía.
Chandragupta fundó el primer imperio unificado de la
India. En el años 305 a.C. entró en guerra con los
griegos cuando el imperio seléucida intentó recuperar
las viejas conquistas de Alejandro en el país del Indo y
le Ganges.
Chandragupta enfrentó a Seleuco I y lo derrotó,
obligándole a firmar la paz y a entregarle una de sus
hijas como esposa. Por esa unión recibió los territorios
de Aracosia y Gandhara más 500 elefantes de guerra, con
los que volvería a derrotar a los griegos en la batalla
de Ipso (301 a.C.).
Hubo paz y buenas relaciones diplomáticas entre los el
imperio indio y los griegos hasta tal punto, que el
célebre historiador Megástenes pasó a residir en la
corte de Magadha, donde se lo trató como a un igual.
Con la asistencia de su primer ministro Kautalya,
Chandragupta echó las bases de un estado unitario,
fuertemente centralista y burocrático. Por entonces
había establecido su capital en Pataliputra, ciudad
fortificada, rodeada de una magnífica muralla de madera
en la que destacaban 64 puertas y 570 torres, en la
actualidad Patna.
Al morir Chandragupta, el imperio indio abarcaba el
Valle del Indo, el Punjab, las riberas del Ganges,
Beluchistán y Afganistán. Su hijo y sucesor, Bindusara,
que extendió las fronteras por el sur hasta Karnataka,
dominando un estado que abarcaba, a excepción del
extremo; la región de Kalinga, al este y la isla de
Ceilán, toda la India.
Aconsejado por su primer ministro brahmán, el filósofo
Chanakya mantuvo relaciones con el mundo helénico y
llevó adelante un gobierno prudente que, sin embargo, no
pudo evitar las dos rebeliones de la ciudad de Taxila (hoy
importante sitio arqueológico en Pakistán), la primera a
causa de la mala administración de Suseema, hijo mayor
del emperador y la segunda, recién aplacada por su
sucesor.
Imperio de Asoka
Bindusara murió en el año 272 a.C. (según algunos
documentos fue en el 268 a.C.), y fue sucedido por su
hijo Asoka el Grande (268-232 a.C.), que abrazó el
budismo y extendió los límites del imperio anexando todo
Afganistán, y Nepal, Gujarat y Maharashtra por el oeste,
Karnataka y Andhra Pradesh por el sur, Bengala en el
noroeste y Kalinga (hoy Orissa) en el este, conformando,
de ese modo uno de los estados más poderosos del antiguo
extremo oriente.
Basado
en los ideales de Buda, la política de Asoka se
caracterizó por los ideales de no violencia, tolerancia
religiosa, y respeto por los padres, maestros y mayores.
Envió misioneros budistas a Cachemira, Sri-Lanka y
Persia y convocó en Pataliputra, la capital del imperio,
el tercer concilio budista. Sin embargo, los tiempos de
este soberano son célebres por los edictos grabados
sobre piedra y pilares denominados lat, escritos en
todos los idiomas y dialectos del país (incluso griego y
arameo). Esos pilares constituyen una de las principales
fuentes de información sobre el reinado de Asoka y el
pasado remoto de la India.
Durante
este reinado se construyeron 84.000 stupas, templos y
monumentos funerarios circulares rematados por una
bóveda, se abrieron caminos y se edificaron hospitales.
Sin embargo, la principal de sus obras arquitectónicas
fue el gran palacio de estilo persa de Pataliputra, cuyo
capitel es el actual escudo de la India (Presenta en
relieve las figuras de toros, elefantes, caballos y
leones, en el centro la rueda del budismo y sobre ella,
tres magníficos leones).
El
imperio fue dividido en cinco virreinatos de los cuales
el principal, cuya capital era Pataliputra, estaba
gobernado directamente por el emperador y los otros
cuatro restantes por miembros de la dinastía real,
llamados kumara, a quienes aquel nombraba directamente.
Las capitales de aquellos virreinatos fueron Taxila
(actual Pakistán), Tasali (en Kalinga), Ujjayini (en el
actual Madhya Pradesh) y Suvarnagari (hoy Andrhra
Pradesh) y cada uno de ellos se dividió a su vez en
distritos, gobernados por funcionarios mahamatras, que
tenían su propio cuerpo de funcionarios administrativos.
Decadencia del
Imperio Maurya
Los beneficios
otorgados al budismo en detrimento del hinduismo
generaron malestar en la sociedad india, llevando a la
decadencia del imperio, sobre el final del reinado de
Asoka. Su hijo y sucesor, Kunala demostró debilidad por
lo que Dasaratha y Samprati, nietos de Asoka, le
disputaron el poder.
Kunala gobernó poco
porque Sampatri lo destronó, convirtiéndose en el nuevo
emperador y aprovechando los enfrentamientos producidos
durante la sucesión, los territorios del sur se
independizaron. Tras su reinado asumió Saliska, a
quienes siguieron soberanos poco trascendentes como
Devadharama, Satamdhanu y Brihadratha, que fue derrocado
y asesinado hacia el 184 a.C. por el usurpador
Pusyamitra, fundador de la dinastía Sunga
Cronología
India
Instaurada la dinastía
Sunga, se produce una violenta persecución contra el
budismo con el consecuente resurgir del brahamanismo
(184.172 a.C.). En el año 141 a.C. los sakas, pueblo
bárbaro del Asia central, presionados por los yuezhi,
cruzaron el Hindu-Kush y se apoderaron del Punjab y
otras regiones en Afganistán y Ghandara.
En el 27 a.C. los
Andhra, una dinastía local también llamada Satavahana,
intentó en vano expulsar a los invasores, hecho que
recién logrará el budista reino kushano, cuyo apogeo se
extendió entre los años 78 a 144 d.C.
A este le siguió la
dinastía Payaba en el sur y a esta un nuevo período de
esplendor con la formación de un nuevo imperio indio.
Imperio
Gupta
Las continuas invasiones acabaron por debilitar en
extremo a la India. El hecho fue factor decisivo para
que una parte importante de la población se rebelase y
escogiese un líder para encabezar la reacción.
Alrededor del 230 d.C.
Hahraja Gupta fundó una dinastía feudal que al cabo de
los años habría de representar el sentimiento nacional.
Su nieto, Chandragupta (de igual nombre que el fundador
de la dinastía Maurya), contrajo matrimonio con la
princesa Kumaradevi, hija y heredera del rey de
Lichchavis, con la que inició la expansión de sus
dominios, avanzando luego sobre Bihar, las tierras de
Bengala y las llanuras del Ganges. Su sucesor, Samudra
Gupta (328-376), consolidó el imperio en el norte y
derrotó a nueve reyes meridionales, anexando sus
dominios por el sur. Después de su muerte, el estado
gupta inició un periodo de decadencia que finalizó con
la llegada al trono de Chandra Gupta II (376-415),
llamado Vikramaditya (Sol de la fuerza y del valor).
Sus campañas guerreras,
su política exterior llevaron a su imperio a extenderse
hasta Himalaya por el noreste; el río Indo por el
noroeste, y los montes Vindhya por el sur. Su hijo,
Kumasa Gupta I, mantuvo el esplendor del imperio,
asistido en sus funciones por su esposa Dhruvadevi
(415-455). Sin embargo, al final de su reinado los hunos
comenzaron a presionar sobre sus fronteras, hecho que
representó una seria amenaza contra la que debió luchar
su sucesor, Skanda Gupta (455-476).
En este período, los hunos invadieron el noroeste,
situación que permitió a algunos gobernadores del Ganges
a declararse independientes.
Tras la muerte de
Skanda Gupta asumió Budha Gupta, cuyo reinado fue
mediocre. A su muerte, ocurrida alrededor del año 500,
el imperio gupta se dividió en dos partes, oriente y
occidente, pero la nueva situación duró muy poco porque
los hunos invadieron ambos estados, poniendo fin a su
hegemonía.
Decadencia del Imperio Gupta
En el año 484 d.C. los
hunos heftalitas derrotaron al ejército sasánida en
Persia, hecho que les permitió entrar en norte de la
India, casi sin oposición. Medio siglo después (536 d.C.)
el rey Malwa Yasodharam derrotó a los invasores, casi al
mismo tiempo que los sasánidas, aliados a los turcos
conseguían también vencerlos en Persia.
Fraccionado el imperio gupta, surgieron nuevos reinos
menores, el más importante el de Sthanesvara, cuyo rey
Harshavardhna, o Harsha (606-647), que se apoderó de la
mayor parte de todos los territorios norteños, y mantuvo
unas relaciones comerciales y culturales con la China de
los Tang, facilitando la peregrinación de monjes
budistas a los lugares santos de esa religión. Se le
atribuye un gobierno enérgico pero benévolo y la autoría
de importantes obras literarias.
En el Sur, dos
poderosas familias reales lucharon por dominar el Dekán:
los calukya y los payaba, los primeros surgidos a
principios del siglo VI.
El estado calukya
alcanzó su época de esplendor con el rey Pulakecin
(609-642), que cerró la ruta del sur al rey Harsha de
Sthanesvara y extendió sus dominios hacia el sudeste,
arrebatando a los pallava la región de Andhara, donde
surgió el reino calukya oriental.
La permanente guerra
entre calukyas y pallavas debilitaron a ambas naciones y
las llevaron al borde de la ruina. Sin embargo, con el
rey Mahendrravarmam, los últimos resurgieron y con su
hijo y sucesor, Narasimhavarmam I (630-668),
conquistaron gran parte del territorio calukya,
influenciando, incluso, en la mis a isla de Ceilán.
Estos dos reinos de la antigüedad india, legaron a la
posteridad magníficos monumentos, destacando sobre ellos
los santuarios adornados con magníficos y su particular
arquitectura pétrea.
Organización
Política y Social
Los primitivos indios
se dividieron en tribus sobre las que ejerció poder una
monarquía hereditaria de carácter patriarcal. Los arios
introdujeron reformas sustanciales en el orden social,
estableciendo el dominio de las castas sobre la
población conquistada. Dentro de la misma casta o linaje
se produjeron divisiones también.
La casta más elevada de
la sociedad india fueron los brahamanes, sacerdotes que
nuclearon sobre sí gran parte del poder, argumentando
que les correspondía por ser los intermediarios entre
los dioses y los humanos. Les seguían los chatrias que
fueron los guerreros, los vaisias, los comerciantes y
agricultores, los sudras que estaban al servicio de las
otras castas, por lo general los primitivos habitantes
de la India sometidos por los arios; los parias o
descastados, considerados impuros, por lo general hijos
de padres de diferentes castas, que perdían todos sus
derechos al nacer y finalmente los poulians, a quienes
se consideraba animales y se los cazaba como tales.
Para regir esa sociedad
los brahamanes redactaron el Código de Manu, normas y
reglamentos que regían para lo divino y lo temporal.
Los primitivos indios
practicaron la monogamia pero tras las reformas
introducidas por el mencionado Código, se les permitió
tomar otras mujeres.
Economía
La actividad principal de
la India fue la agricultura y en menor medida, el
pastoreo. Los artesanos alcanzaron cierta importancia
social y se dividieron en forjadores y fundidores de
metales. Desde tiempos remotos practicaron un comercio
intenso pese a que los arios cerraron el norte del país
y lo mantuvieron aislado del mundo por espacio de siglos.
Con el advenimiento de la dinastías Maurya y Gupta, el
comercio recobró su esplendor, efectuándose
transacciones de importancia con el exterior,
especialmente Persia, Medio Oriente y China. La
alfarería y la cerámica también fueron actividades de
importancia.
Religión
La religión constituye la base fundamental de la civilización india. El
vedismo, impuesto por los arios, se expandió por el
Valle del Indo y condensó su sabiduría en los cuatro
libros sagrados conocidos como Vedas, palabra que
significa “ciencia pura”.
En su intento por mantener el predominio de su raza, los
arios establecieron un severo régimen de castas,
prohibiendo a su gente tomar contacto con los pueblos
conquistados e impusieron su religión de deidades
indoeuropeas, por lo general masculinas, que pasaron a
engrosar el ya de por sí abundante panteón local con
dioses como Dyaus Pitar o Padre Celestial, también
llamado Indra (dios de los dioses); Agni (dios del fuego),
Varuna (dios de la noche), Mitra (el sol), Phritivi (la
madre tierra) y Arimau (dios protector de las familias).
Su
religión fue redactada en los milenarios Vedas que, en
realida, constituyen un conjunto de himnos y cantos que
antes de ser escritos fueron transmitidos oralmente de
generación en generación.
Los
arios adoraron las fuerzas de la naturaleza, creían en
la inmortalidad del alma y en su divinización, rindieron
culto a los antepasados y sostuvieron con firmeza la
relación entre los dioses y los hombres.
De la religión védica
deriva el brahamanismo o hinduismo, cuya clase
sacerdotal se transformó en una poderosa aristocracia
con gran incidencia en la vida de la primitiva India.
Desplazando a los vaisías y los chatrias, los brahamanes
potenciaron en sistema de castas preservando de ese modo
la pureza de la sangre aria y los privilegios de la
clase sacerdotal.
La deidad principal de aquella religión pasó a ser
Brahma, dios único, amorfo, eterno y la fuente de toda
la creación, que solo estuvo activo durante la creación
del universo, pasando luego a una profunda meditación.
Por momentos es uno y por momentos trinitario, formado
además por Siva y Vishnu. Su esposa es Saravasti, diosa
del conocimiento que viaja sobre un cisne y se halla
sentada en un loto, subida en la nave de Vishnu.
Para muchos historiadores, entre ellos René Grousset, el
budismo fue la primera religión universal. Sus monjes se
agruparon en grandes monasterios y fue el camino por el
que los habitantes de la India sacudieron la opresión
del hinduismo.
Contra la tiranía de los brahamanes y la poderosa clase
sacerdotal se alzó el hijo de una familia noble, Sidarta
Gauptama, quien abandonando los lujos y las comodidades
de su clase social, se dedicó al estudio y la
contemplación, predicando una doctrina de tolerancia que
más que una religión fue una filosofía basada en la
moral práctica. Se lo empezó a llamar Buda, que
significa “iluminado”.
Buda predicó contra la violencia, la caridad con todas
las criaturas, incluso, los animales, el renunciar a los
placeres de la vida y de la carne y estableció verdades
y cualidades a seguir: la Sabiduría, basada en la
correcta contemplación, la Moralidad, fundamentada en el
habla y la acción correcta y Meditación, establecida por
la existencia, el esfuerzo, la atención y la
contemplación correctas.
Literatura
La manifestación más significativa de la literatura
india fueron las epopeyas, destacando entre ellas el
Gita, un anónimo del siglo V a.C.; el célebre
Mahabharata, que relata los eventos que llevaron a una
gran batalla que probablemente se libró entre Pandavas y
Kauravas, alrededor de 800 A.C. en la llanura cerca de
Kurukshetra, unos 150 km al norte de Nueva Delhi y el
Ramayana, historia de la encarnación del dios Rama.
También destacaron sus relatos en prosa y la poesía pese
a que los primeros fueron mucho más recientes que los
anteriores.
El budismo fue la religión
dominante en India desde el siglo III a.C. hasta el
siglo V d.C. Durante este período se sucedieron varias
dinastías, que patrocinaron importantes obras artísticas
y literarias y que dieron un gran impulso a las ciencias.
La primera gran dinastía india fue la de los
Maurya (322-187a.C),
establecida a orillas del río Ganges, en la ciudad de
Pataliputra (actual ciudad de
Patna,
capital del estado de
Bihar).
Su más importante monarca fue
Ashoka
(273-232 a.C.), que se convirtió
al budismo y bajo cuyo reinado se configuró el primer
arte indio. A la dinastía Maurya siguieron las Shunga-Andhra
(187 a.C- 150 d.C.),
Kushana
(siglo I a.C- 319 d.C.) y la dinastía
Gupta
(319-490 d.C). Durante el reinado de esta última, India
alcanzó uno de sus momentos de mayor esplendor, que en
ocasiones recibe el nombre de "época clásica"; fue
entonces cuando el arte budista alcanzó su cénit y
cuando se hicieron las importantes
cuevas de Ajanta.
Durante el período gupta las ciencias alcanzaron un gran
desarrollo, y fue entonces cuando Aryabhta creó el
número cero, el sistema decimal y ajustó el valor del
número Pi; la astronomía, la medicina y la literatura,
protagonizada por
Kalidasa, también
asistieron a un momento álgido.
A partir del siglo V d.C.
el budismo dejó de ser la religión dominante en India y
se produjo un espectacular renacimiento de la religión
brahmánica y de los cultos populares, que desde entonces
recibió el nombre de hinduismo. La hegemonía
gupta se rompió con la invasión de los hunos heftalitas
en el año 490 d.C.; a partir de entonces el territorio
indio se fragmenta en varios reinos independientes
gobernados por dinastías de muy distinto origen. Entre
el año 609 y el 1070 gobiernan en el Dekkan los
Chalukya,
una importante dinastía cuyas magníficas obras
arquitectónicas sirvieron de inspiración al
arte hindú
posterior, tanto del sur, como del norte de India. En el
sur, los distintos reinos que surgen a partir del siglo
VII d.C. reciben el nombre de
drávidas,
y entre ellas, sobresalen los gobernados por las
dinastías Pallava (625-870 d.C.), Chola (836-siglo
XIII), Hoysala (siglos X a XIV), Pandya (siglo I a.C. a
siglo XIV), Vijayanagar (1336-1565) y Nayaka (siglos XV
a XVII). En el norte de India entre las dinastías más
importantes, que reciben el nombre de rajput (hijo
de rey), figuran los Ganga (siglos X a XIII d.C), los
Chandela (Siglos X a XII) y los Solanki (siglos XI a
XV).
La primera penetración
islámica en India se produjo en el año 711; aunque la
presencia islámica comenzó a hacerse notar realmente a
partir del siglo XI con la llegada de los Ghazníes. En
1193 se crea el primer sultanato independiente en Delhi
y se construye el primer gran monumento musulmán de
India: el
Qutab Minar de Nueva
Delhi. El momento de máximo apogeo del período
indomusulmán tiene lugar bajo el reinado de los Grandes
Mogoles, los seis primeros monarcas de la dinastía
Mogol
(1519-1857) entre los que se encuentra
Shah Jahan,
el constructor del
Taj Mahal.
Durante el reinado de los Mogoles, las ciudades de
Delhi,
Agra y Lahore (esta última actualmente en Pakistán)
fueron embellecidas con monumentales construcciones que
sincretizaban las tradiciones islámica e hindú. También
durante el reinado de los mogoles se crearon importantes
talleres de pintura que dieron un papel protagonista a
la
miniatura india.
Tras la llegada a India de
Vasco de Gama en 1498, varias potencias europeas
comenzaron a establecer en la península emporios
comerciales y a competir por el control de las
mercancías. Portugal estableció varias colonias, entre
las que destaca Goa, que dejó de ser protectorado
portugués en el año 1961. Inglaterra fue haciéndose poco
a poco con la mayor parte del territorio indio, y lo que
en principio había comenzado por una expansión meramente
comercial por parte de la Compañía de las Indias
Orientales, acabó por convertirse en un virreinato en el
año 1858, tras la sangrienta
Rebelión de los Cipayos.
El gobierno de los británicos en India recibió el nombre
de Raj, y pronto comenzó a verse comprometido por los
movimientos nacionalistas del siglo XIX, que se
tradujeron en la formación de dos partidos políticos que
más tarde encabezarían la lucha por la Independencia: el
partido del
Congreso Nacional Indio
y la Liga Musulmana. Tras la
Primera Guerra Mundial, las posturas de los
nacionalistas se radicalizaron, y comenzaron a pedir
abiertamente la Independencia; la lucha no violenta que
se inició entonces estuvo encabezada por el dirigente de
la Liga Musulmana
Muhammad Alí Jinnah,
quien fundaría en 1947 el estado de Pakistán, y por
Mahatma Gandhi,
del partido del Congreso. Las campañas de resistencia
pasiva y de no cooperación con el gobierno británico
promulgadas por Gandhi y la victoria en las elecciones
británicas de los laboristas en el año 1945,
desembocaron en la declaración de Independencia de 1947
y en la partición de India y Pakistán.
Tras la Independencia de
1947, India se declaró República Federal y siguió
formando parte de la Commonwealth.
Jawaharlal Nehru,
elegido Primer Ministro durante cuatro legislaturas
consecutivas, tuvo que enfrentarse en 1948 a una guerra
con Pakistán, resultado de la partición y de la disputa
por el territorio de Cachemira, en 1962 a una guerra con
China por las fronteras comunes y a numerosos problemas
internos. En el interior llevó a cabo una reforma de
tipo socialista, con importantes éxitos en la política
agraria, y en el exterior se convirtió en el líder de
los países No Alineados. A su muerte, en 1964, el
partido del Congreso siguió gobernando, y a partir de
1966, la hija de Nehru,
Indira Gandhi,
fue elegida Primera Ministra. Indira llevó a cabo
importantes reformas en el país entre las que se
incluyen: una reforma agraria llamada Revolución
Verde, una reforma social llamada Gharibi Hatao
("vencer la pobreza") y una estricta política de control
de la natalidad; tuvo que enfrentarse a graves problemas
internos entre los que destacaron el problema de
Cachemira, de mayoría musulmana, que había quedado
pendiente tras la partición, y el problema del
radicalismo
sikh
en el Punjab, que tuvo como
resultados una sangrienta matanza llevada a cabo por
parte del ejército contra los rebeldes, que se
encerraron en el Templo de Oro de Amristar, en 1984, y
el asesinato de Indira.
El hijo de Indira Gandhi, Rajiv, su sucesor en el
gobierno de la Unión India, fue asesinado también en
1991.
En el brahmanismo, el ritmo
de la vida cotidiana está marcado por los ritos y
prácticas religiosas. Sometida a una infinidad de ritos
denominados samskara (algo así como "sacramentos"),
la vida diaria se desenvuelve en medio de un entramado
de prácticas, muchas de ellas realizadas en torno al
fuego del hogar, cuya obligatoriedad recae sobre los
padres de familia de las clases de los re-nacidos. De
especial significado era la práctica de las tres
ofrendas diarias: se comenzaba el día con las
purificaciones con agua, ceniza y los productos de la
vaca; a mediodía tenía lugar el rezo de los
mantras
(especie de salmos de origen védico), y se concluía con
las invocaciones vespertinas dirigidas al sol. Existía
también, para los brahmanes, la obligación de ofrecer
sacrificios en ciertas fechas, como por ejemplo, en la
luna nueva.
Durante el brahmanismo se
recuperan dos prácticas de la antigüedad que marcarán
más tarde el culto hinduista: la adoración de las
imágenes y las peregrinaciones a los lugares sagrados.
Característica de este período es también la teoría de
los asrama, o etapas de la vida. En ésta el
hombre se desenvuelve primero como estudiante, luego
como jefe de familia y finalmente como hombre de
meditación en su retiro campestre.
Aunque no es posible
señalar la fecha del inicio de lo que se conoce como
brahmanismo, sí se puede hablar de un elemento
característico del mismo que tiene lugar, probablemente,
en torno al siglo VI a.C. Se trata de la composición de
los Upanisad antiguos, obra de pensadores ajenos
a la casta sacerdotal. Estos libros son un verdadero
hito en la trayectoria del pensamiento de la India. Si
bien es cierto que todavía se mueven en la órbita de los
solemnes sacrificios típicos de la época anterior,
insistiendo en su aspecto soteriológico y simbólico, no
lo es menos que en ellos aparece ya una evolución de las
creencias mucho más allá del marco estrecho de esos
simbolismos. Los mejores testimonios sobre las creencias
de la época son los transmitidos por las dos epopeyas
principales: el Mahabharata y el Ramayana.
Ellas son testigos del establecimiento de Siva y Visnu
como divinidades de primer orden. En el siglo VIII de
nuestra era, el filósofo
Sankara
se propuso fundar racionalmente la esencia de la
doctrina brahmánica, intentando demostrar que la única
realidad es la del brahman-atman, como fondo
permanente del existir y causa última de todas las cosas.
Su pensamiento reviste un gran valor especulativo, y aún
hoy día es considerado maestro y modelo de la mediación
entre las diversas confesiones religiosas del hinduismo.
Siguiendo el ejemplo de
Sankara, hacia el final de la edad media se formó el
imperio de
Vijayanagar,
que intentó revitalizar las tradiciones y las costumbres
védicas para hacer frente a los embates del
islamismo
por el norte y el oeste. Otro intento de retorno y de
renovación védica fue promovido por el movimiento
Arya Samaj, fundado por Dayananda Sarasvati en el
siglo XIX. Éste, instruido por varios sabios, conectó
con el pensamiento de Sankara y luego asumió una vida
itinerante, combatiendo con su predicción el culto a las
imágenes y todo aquello que le parecía indigno del más
auténtico brahmanismo, revalorizando elementos de la más
pura tradición, como la doctrina del samsara y
del karma.