Hititas
Civilización
perteneciente al mundo antiguo que se estableció en
Asia Menor, sobre la mitad oriental de la península de
Anatolia. Las primeras informaciones sobre la
existencia de este pueblo proceden de la BIblia,
mientras que las otras fuentes dan una documentación
muy escasa debido, básicamente, a que existen lagunas
de información sobre períodos completos. La
hititología como rama independiente de la
orientalística no se puso en marcha hasta mediados el
siglo XX, tras los descubrimientos realizados en
Boghazkoy (Turquía), que proveyeron de importantes
restos que han servido para profundizar en todos los
aspectos de la cultura e historia hitita,
prácticamente desconocida hasta entonces.
Sigue siendo muy difícil
determinar con precisión el origen del pueblo hitita,
así como el desarrollo histórico de los primeros
momentos. Como se dijo antes, las fuentes son muy
confusas e incompletas y, en muchos casos, mezclan la
leyenda con la realidad histórica. Aun así, es posible
dividir la larga historia de este pueblo en tres
períodos evolutivos distintos. En su fase inicial de
formación se denomina Reino antiguo Hitita; la
segunda etapa corresponde al apogeo y hegemonía del
Imperio hitita y, finalemente, el período de los
Estados neohititas pone término al recorrido histórico
de esta cultura.
Como ya se indicó, los
orígenes son muy difusos. Las primeras noticias del
estado Hitita se inician con dos reyes, Khattushili
I y Murshili I, cuya época se sitúa alrededor del
siglo XVII a.C., momento en que se llevó a cabo la
unificación de los reinos. El antecedente de este
proceso fue protagonizado por Anitta de Kushushara,
cuyas acciones bélicas en años anteriores habían
culminado en la destrucción de Khattusha y el
traslado de la capital a Nesha/Kanish. Será tras un
nuevo proceso bélico cuando Khattushili I traslade
la capital a Khattusa y adopte su nombre para el
inicio de la dinastía.
El anterior proceso de
formación del estado antiguo hitita se basa en
noticias que aparecieron en textos poco fiables.
Tradicionalmente, se pensó que el reino empezó con
una pareja real formada por Labarna y Tawananna pero,
en realidad, tal y como luego se demostró, estos
nombres son los títulos que se aplicaban al rey y a
la reina en general.
Aunque la fuente
utilizada para este período, El edicto de
Telipinun, de 1500 a.C., presenta al antiguo
reino de Labarna como un modelo de concordia
política, cohesión y poderío, en realidad, habría
que imaginar la primera singladura del reino Hitita
como un proceso de difícil y conflictiva confluencia
hacia la unidad política, con tensiones dinásticas
que permanecieron como un factor endémico de
inestabilidad incluso hasta el final del imperio, y,
desde luego, tampoco hay que olvidar que Anatolia
central se encontraba fragmentada en pequeños reinos
independientes. De hecho algunos textos encontrados
del propio Khattushili remiten a las enormes luchas
que establecieron él y sus antecesores contra el
resto de las ciudades.
Sin bien no es posible
determinar ni el orden ni el cómo de las anexiones,
sí se sabe el nombre de estas importantes ciudades
conquistadas, entre las que se encuentran algunas
como Khupishna, Tuwanuwa, Nenashsh, Landa, Zallara,
Purushkhanda y Lushna, principales rivales de
Kushshara y Khattusha en el proceso de formación del
reino. Para establecer su dominio, no siguieron
únicamente las vía bélica; en muchos casos, los
emparentamientos familiares por matrimonio
conseguieron una unión, si bien a costa de provocar
conspiraciones dentro de la corte por parte de las
distintas facciones de poder.
Así fue como acabó el
reinado de Khattushili I quien, en su testamento,
hizo entrega de su poder al joven Murshili
despues de sufrir traiciones y atentados por parte
de sus familiares directos. Khattushili I controló
la parte central de Anatolia. En la región sudeste
conservaban su independencia algunos reinos
poderosos como Khashshum y Urshum, en Siria el reino
de Yamkhad y en la alta Mesopotamia el reino de
khurri o de los Hurritas. Según las fuentes, en su
avance, que se inició en el segundo año de su
reinado, Khattushili se dirigió hacia el sur de
Taurus y luego en dirección este, para saquear
Urshum. Los hurritas invadieron el país mientras los
hititas combatían contra Arzawa en una serie de
enfrentamientos que duraron durante años, sobre todo,
en la región situada al norte de Sirira.
Su sucesor, Murshili I,
será el que complete la obra. Volverá a reiniciar el
ataque contra Siria doblegando al rey de Yamkhad y a
sus aliados en una campaña cuyos detalles de
organización se desconocen, aunque se sabe que que
consolidó su presencia en el norte de Siria y
protagonizó el saqueo de Babilonia a la que abandonó
después a su suerte.
Khamtili fue el sucesor
de Murshili. Durante su gobierno continuaron los
enfrentamientos contra los hurritas en la línea del
Eufrates, Karkemish y en el país de Ashtata. En el
proceso bélico perdió el norte de Siria, región
cuyos intereses compartían distintas ciudades, ya
que era una zona muy rica en materias primas.
El proceso de
unificación política continuó enfrentando en
sucesivos conflictos a las distintas fuerzas de la
región. La figura más importante que marcó un punto
de inflexión en en la tortuosa historia del poderío
hitita fue Shuppiluliuma, que accedió al poder hacia
el 1380 a.C., sucediendo a su padre, Tudkhaliya III.
Los problemas a los que debió hacer frente fueron
muy diversos. Por un lado, intentó mantener bajo
control a los Kaska, mientras lograba dominar a los
reinos que flanqueaban Khatti, tanto por el este
como por el sudeste, paso fundamental para poder
enfrentarse con el reino de Mitanni y sus ciudades
satélites, y para cuya consecución utilizó, además
de los consabidos medios militares, tratados
diplomáticos que estableció con diferentes reinos.
La primera guerra con
Mitanni concluyó de forma brillante para el monarca
hitita, ya que evitó avanzar hacia la región
dominada por Egipto, con la intención de no abrir un
nuevo frente de conflicto. El segundo enfrentamiento
con Mitanni se produjo a raíz de la campaña de
Shuppiluliuma en Siria, pues sus fuerzas militares
habían penetrado en territorios ya controlados por
los hititas. Además de estos problemas, la tarea más
difícil a la que se enfrentó fue el intento de
sometimiento de la ciudad de Karkemish, campaña que
dirigió su hijo Telepinu con gran éxito, y a cuyo
término, el hijo de este último, Piyashili, ocupó el
trono, lo que aseguraba la hegemonía del Imperio
hitita en la zona.
Tras la muerte de
Shuppiluliuma, subió al trono su hijo Arnuwanda II,
cuya enfermedad puso en peligro la consolidación del
Imperio. Será su hermano menor, Murshili II, quien
restablecerá el dominio hitita. El principal
problema al que se enfrentó fue la sublevación en
los territorios de Siria, con los que, una vez
sometidos, tuvo que restablecer nuevos tratados de
vasallaje; otro de los enemigos inesperados que
hicieron aparición durante este reinado fue la peste.
A su muerte se proclamó
Gran Rey su hijo Muwatalli. Este rey se dió
cuenta de que el punto débil del imperio lo
constituía la situación tan septentrional de
Khattusha, la capital, que impedía ejercer un
control efectivo en el norte del territorio. La
solución que impuso Muwatalli fue proclamar a su
hermano rey del País superior. La eficacia de
esta medida finalizó con la muerte de Muwatalli que
abrió una crisis sucesoria que finalizó con la
proclamación de su hermano como Gran Rey.
KhattushillI II ejerció
el poder de forma hábil y supo mantener el Imperio
en las mismas condiciones que lo había heredado. Sus
relaciones con los egipcios tras el enfrentamiento
bélico de once años atrás por la ciudad de Kadesh,
que permaneció bajo poder hitita, fueron mejorando
gracias a la diplomacia, sobre todo a partir del
1271 a.C., cuando una de las hijas de Khattushili
fue entregada como esposa de Ramsés II. Mucho más
difíciles seguían siendo las relaciones con los
asirios.
En 1265 a.C. muere
Khattushilli. Le sucedió su hijo Tudkhaliya IV, que
tuvo un mandato muy eficaz, una de cuyas claves fue
mantener en equilibrio las fuerzas contrarias de la
región, tanto Egipto como Mesopotamia, donde seguían
los enfrentamientos, especialmente con los asirios.
Tras este reinado
comenzó la etapa de los sucesivos gobiernos de
Arnuwanda III y Shuppiluliuma II, época en que se
multiplican los problemas para mantener el control
del Imperio. A los tradicionales enemigos egipcios y
asirios se sumaron las fuerzas de otros territorios
que se coaligaron contra el poder hitita. El último
reinado del que se tiene alguna información es el de
Shuppiluliuma II; tras él, sólo existe el testimonio
de las destrucciones generalizadas que afectan a
Anatolia y Siria hacia el 1200 a.C. por los llamados
"pueblos del mar".
El final del Imperio
hitita y el origen de estos estados representa una
etapa oscura en las fuentes que se manejan, etapa
cuya cronología se sitúa entre el 1200 y el 1000 a.C.,
y en la que el hecho más significativo fue la
destrucción de la hasta entonces capital del Imperio
hitita, Khattusha.
Fuese como fuese el
proceso de formación de estos estados, lo cierto es
que entre los límites que marcaron los frigios al
noroeste, los arameos al sur, los urartu al norte y
los asirios con el Éufrates, surgen doce principados
autónomos, entre los que destacan los reinos de
Gurgum, Milid, Kummukh, Khilakku, Adana, Karkemish,
Patina, Aleppo, Luhuti y Hama. La trayectoria
política de todos estos reinos es muy difícil de
determinar incluso en sus líneas generales; es más,
en muchos casos se conoce por la trayectoria de
otros pueblos de la región como, por ejemplo, los
asirios.
Durante esta época el
Imperio asirio había entrado en un período de
debilidad debido al constante atosigamiento al que
había sido sometido por parte de los arameos. Esta
situación varió por completo cuando ascendió al
trono asirio un rey tan enérgico como
Assur-Nasirpal II
en el año 883 a.C. El conflicto entre estas dos
pueblos, por su localización geográfica, arrastró en
muchos momentos a los estados hititas, sobre todo a
Karkemish y Kummukh, cuya notoria debilidad les
hacía vulnerables a cualquier tipo de confrontación.
De forma progresiva, fueron perdiendo su
independencia hasta convertirse en provincias
asirias, lo que ocurrió entre el 722 y el 705 a.C.,
durante el reinado de
Sargón II,
momento en que se aprovechó la circunstancia de que
otros estados se habían levantado en rebelión contra
el vasallaje y las irregularidades en el pago de
tributos.
La conversión en
provincias asirias tuvo consecuencias muy graves
desde el punto de vista económico y cultural, pues
según los registros arqueológicos desde ese momento
desaparecieron las representaciones artísticas
monumentales y las inscripciones jeroglíficas.
En cualquier tipo de
sociedad, la evolución desde las formas tribales a
sociales, así como el establecimiento de ciudades,
reinos o imperios, implica una progresiva
complejidad de la estructura social, ya que también
aumentan las necesidades de poder.
La jerarquización
social es un hecho definitorio en las sociedades
antiguas, sobre todo en los períodos de
centralización de poder imperial. En la cúspide de
la sociedad hitita, desde tiempos muy remotos, se
situaba al Gran rey conocido como Labarna,
una institución que parece haber sido siempre
hereditaria, siendo el propio rey el que elegía a su
sucesor. Existió igualmente una especie de asamblea
de nobles, denominada Panku, que controlaba
las acciones del rey, pero en la práctica, al ser
esta asamblea quien ratificaba al rey, las
conspiraciones y traiciones se sucedieron, problemas
que quedaron resueltos cuando Telpinu determinó una
ley sucesoria. El poder del rey le permitía exigir a
cualquier ciudadano libre, medio día de trabajo
personal no remunerado, además de otro tipo de
prestaciones como entregas periódicas de ovejas y
demás productos. La reina recibía el título de
Tawananna y participaba del poder de sus maridos,
lo que traía como consecuencia numerosos conflictos.
Los hijos ilegítimos también tenían derecho a entrar
en línea sucesoria, aunque, en la mayoría de los
casos, cada rey entregaba distintos territorios para
su gobierno a cada descendiente.
Por debajo de la
institución real y de la nobleza existían dos
poderosos grupos sociales, el religioso y el
funcionarial, que controlaban muchas esferas de la
política y administración territorial. Las clases
más estables eran los artesanos y los comerciantes,
así como los labriegos en el campo, mientras que en
peor situación vivían los pastores, en su mayoría
nómadas. El resto de la población, sobre todo la que
habitaba en aldeas, era administrada por una especie
de consejo de ancianos que se encargaba sobre todo
de solucionar los pleitos y rencillas que pudieran
surgir en el desarrollo de la vida cotidiana.
El ejército se
convirtió en seguida en una necesidad. Junto a los
problemas con los pueblos fronterizos, se sumaban
las propias alteraciones de carácter interno, por lo
que desde tiempos remotos la fuerza militar era
permanente. En lo referente a su organización,
contaba con unidades de infantería y de carros
ligeros, cuya efectividad requería un entrenamiento
muy severo, pues el avance antes de un ataque se
debía de realizar en el más absoluto de los
silencios para evitar que su presencia fuera
descubierta. Las fuerzas militares tenían triple
procedencia. A los contingentes que aportaba el
propio rey hitita se sumaban las fuerzas de cada uno
de los reyes vasallos, a las que se añadían, por
último, las tropas de mercenarios. Antes de
cualquier campaña se acordaba el pago que recibiría
cada uno de ellos, que generalmente se hacía en
especie y cuyo monto dependía del botín que se
capturara.
En términos generales,
durante la Antigüedad, la base alimenticia y
económica de los pueblos dependía directamente de
los condicionantes ambientales. Los hititas, en
concreto, no habitaban tierras ideales para el
desarrollo de la agricultura, ya que la lejanía de
fuentes naturales de aprovisionamiento de agua, como
son los ríos, obligaba a una absoluta dependencia de
las lluvias, cuya frecuencia y regularidad eran
imprevisibles, al margen de los accidentes
inesperados y las catástrofes climáticas, factores
carenciales que no se vieron subsanados por el
deficientemente desarrollado sistema de riegos, todo
lo cual hacía muy difícil determinar el volumen de
cosecha que se obtendría cada año.
Las aldeas, al igual
que los pequeños grupos de población, obtenían lo
suficiente para su abastecimiento, si bien no
lograban producir el excedente necesario para
mantener a los grandes núcleos urbanos. Esta
circunstancia obligaba a establecer intervambios
comerciales con el exterior, con el fin de completar
el aprovisionamiento.
El principal cultivo, a
pesar de no disponer de las mejores condiciones
medio ambientales para ello, era el cereal, base de
la dieta hitita, seguido de las hortalizas y
leguminosas, que ocupaban también un lugar
importante, mientras que los frutales no eran muy
abundantes. Dos cultivos relativamente importantes
en su economía eran el olivo y la vid.
Los animales de crianza
ocupaban un lugar preponderante; entre éstos,
destacaba el cerdo, animal cuya crianza se
generalizó, obviamente, porque sus cuidados y
alimentación requerían muchos menos esfuerzos que
los de bueyes u otras especies domesticadas, como
oveja o la cabra, aunque también existieron. Lo más
importante de la ganadería fue el aprovechamiento
total que se consiguió del animal, productos lácteos,
pieles, lana..., del que se derivó una industria
artesanal y textil y de elaboración de alimentos.
Producción cultural del mundo hitita
Para el conocimiento del arte hitita han sido
fundamentales las excavaciones arqueológicas que
desde principios del siglo XX se emprendieron en la
región. El avance que supuso conocer la lengua
hitita pudo lograrse gracias al descubrimiento de
vastísimos archivos de tablillas de barro, con
escritura cuneiforme, halladas cerca de las ruinas
de Bogazkoy, al norte de Anatolia, que pudieron ser
descifradas mediante estudios comparativos con los
ideogramas sumerios y acadios. La lengua hitita se
clasificó dentro del grupo indoeuropeo denominado
Hitito-luvita.
El apogeo de las artes plásticas, se sitúa sin duda
en la época imperial, momento en el que se
desarrollan las características arquitectura y
escultura monumentales de este pueblo. La máxima
perfección, por encima de toda la producción del
Próximo Oriente, se alcanzó en la arquitectura
militar, claro exponente de lo cual son las murallas
de Khattusa, cuyo mérito se ve acrecentado por la
irregular situación geográfica del terreno que
dificulta una construcción normal. De estas murallas
conocemos tres de sus grandes puertas, la denominada
Puerta del Rey, la Puerta del León y
una tercera sin ninguna escultura. A este mismo
modelo se ajustan las murallas de otras ciudades del
Imperio, como por ejemplo las de Alaka Hüyük.
Además de esta
arquitectura militar, los hititas dedicaron enormes
esfuerzos en la construcciones de templos y palacios.
Un rasgo común en estos edificios es la total
asimetría de sus plantas. De nuevo en Khattusha se
han identificado al menos cuatro edificios que se
corresponderían con antiguos templos de la capital
del Imperio, el mayor de los cuales estuvo rodeado
de almacenes que forman una especie de muralla. En
el espacio que quedaba en el centro era donde se
situaba el santuario. El conjunto arquitectónico, en
total, cubre una superficie de unos 160 metros de
largo y 135 de ancho.
Un rasgo muy importante,
a la hora de exponer las características de la
arquitectura hitita, es la incorporación que hace de
la escultura como elemento arquitectónico,
doblemente sorprendente si se tiene en cuenta que no
se conocen representaciones de estatuaria exenta o
independiente. La técnica alcanzada fue bastante
elevada, como se plasma en las esfinges de la colina
de Yerkapu, o las feroces cabezas de león de
Bogazkoy, que trasmiten una gran expresividad.
Junto a esta producción
se desarrolló otro genero carasterístico de la
escultura hitita, el alto relieve combinado con el
bajorrelieve. La más famosa representación de
altorrelieve se encontró en las jambas de la
Puerta del Rey de Khattusha, en una
representación que muestra la figura de un dios,
cuya cabeza y extremidades están colocadas de perfil,
mientras que el torso esta en posición frontal. Otro
conjunto de relieves importante, entre los que se
conservan, es el que fue trabajado directamente
sobre la pared rocosa de Yazilikaya, en el siglo XII
a.C.; en la galería principal, se representó una
escena que reunió a setenta personajes, mientras que
en la galería secundaria se presenta un panel con
doce dioses idénticos.
Es necesario precisar
que la escultura hitita, en general, tiene una
funcionalidad religiosa que prevalece sobre la
finalidad propagandística con respecto a la figura
del rey.
La producción literaria
también ha sido analizada. Junto a la enorme
proliferación de mitos y leyendas anatolios, lo más
importante en el terreno literario fue la labor
realizada por los escribas de palacio, que
realizaban trascripciones y adaptaciones de las
obras más importantes de los pueblos vecinos.
Gracias a esta labor, conocemos fragmentos del
Poema de Gilgamés, así como, del Atrahasis,
poema acadio sobre el diluvio. El influjo más
importante sobre la literatura hitita lo ejercieron
los hurritas, un pueblo del que se conoce todo un
ciclo de poemas que giran en torno a los dioses.
A lo largo de su historia, los hititas se fueron
siempre muy receptivos a los influjos religiosos de
los pueblos vecinos, sobre todo los hurritas,
interlocutores suyos en el contacto con otras
culturas del Oriente Próximo, principalmente la
mesopotámica y la ugarítica. Además, en sus
sucesivas conquistas de territorios supieron
respetar el culto de sus divinidades integrándolas
en el conjunto, logrando así una síntesis muy
original. Por este motivo no es extraño encontrar
importantes centros religiosos locales, en cada uno
de los cuales se rendía culto a una divinidad
principal, junto a otras menores. Como
característica general de la idiosincrasia religiosa
hitita se puede destacar su sentido pragmático,
sobre todo en las relaciones entre el hombre y los
dioses, prueba de lo cual son las numerosas
plegarias encontradas, en las que el diálogo alcanza
un lenguaje muy íntimo y fraternal.
El panteón hitita, como
es de suponer, fue inmenso, dada su vocación
sincrética. No es de extrañar que recibiera la
denominación de el país de los mil dioses. La
diosa solar es la más importante. Ella es la gran
divinidad del estado, por lo que el rey debe de
rendirle cuentas. Participa en las actividades de
poder y acompaña al rey en todos sus combates. El
marido de esta diosa es el dios del viento o de la
tempestad. En realidad, se pueden destacar dos
tríadas principales: una formada por Teshub, Khebat
y su hijo Sharruma, de origen hurrita, que será
asimilada por los hititas como el dios del viento de
Khatti, la diosa solar de Arinna, y el hijo de
ambos, dios de la tempestad en Nerikka y Zippalanda.
La práctica religiosa se llevaba a cabo a través de
rituales, cultos y sacrificios en el templo, lugar
donde se desarrollaba la vertiente pública de la
religión. Estos actos congregaban a la multitud bajo
la presencia del rey. Otros rituales son el que se
hacía previamente a la batalla, el de la peste o el
de la fecundidad.
Expresión artística
desarrollada por el pueblo hitita en Asia Menor
durante la Edad Antigua.
Sus orígenes culturales
se relacionan con la cultura mesopotámica -sumerios,
acadios y sirios- y ejerce una poderosa influencia
en el nacimiento de las culturas persa, cretense y
etrusca. Las muestras más notables del arte hitita
se encuentran en las ruinas de Hattusá, capital del
antiguo reino fundada por Hatusil, actual Boghazkeui,
cuyo palacio (Hilani), sobre terraza con acceso en
grandes escalinatas y con columnas sobre alta basa
de piedra, determinó parte de los caracteres del
arte persa.
En escultura, los
hititas crearon una serie de temas como el águila
bicéfala o el caballo alado (el Pegaso griego), y
representaciones de deidades (Gilgamesh, Cibeles
como diosa de la Tierra con leones) que se
transmitieron a las culturas clásicas occidentales.
Al mismo tiempo
desarrollaron un sistema de escritura jeroglífica en
el que las líneas se leen en orden alternativamente
inverso (bustrófedon), es decir, un renglón de
izquierda a derecha y el siguiente de derecha a
izquierda
Lengua perteneciente al
grupo anatolio,
subclase dentro de la
familia indoeuropea.
A pesar de ser actualmente una variedad extinta,
representa el más antiguo testimonio de una lengua
indoeuropea, y su estudio resulta interesante de cara
a la reconstrucción de la lengua originaria. Por
ejemplo, uno de los más reveladores rasgos fonéticos
del hitita consiste en la conservación de un sonido
laríngeo del indoeuropeo (transcrito mediante el
carácter h) que las demás lenguas dentro de
esta familia perdieron; tal es el caso de pahhur
´fuego´, frente a sus correlatos en griego (pãr),
umbro (pir), checo (pýð), tocario (por)
e inglés antiguo (fþr).
Los hititas eran una
tribu que se asentó en Anatolia hacia el tercer
milenio a.C., desplazando a la población indígena (cuyas
lenguas, el
hático
y el
hurrita,
no pertenecían al grupo indoeuropeo). Durante todo el
segundo milenio, el reino hitita fue uno de los más
poderosos de Oriente Próximo. Su capital se hallaba en
Hattusa (moderna Bo;azköy, al este de Ankara).
En el año 1200 a.C., sin embargo, la cultura hitita
entra en un período de franca decadencia, hasta que
finalmente desaparece a finales del segundo milenio,
absorbida por otros pueblos invasores.
Desde 1905, una serie de
excavaciones arqueológicas en Bo;azköy revelaron la
existencia de miles de tablillas de arcilla con
inscripciones en acadio, sumerio y una tercera lengua
hasta entonces desconocida: el hitita. El hecho de que
el mismo tipo de escritura cuneiforme fuera utilizada
en todas ellas permitió su inmediato descifre. Sin
embargo, su identidad indoeuropea fue oscurecida
inicialmente por dos factores: la presencia de un
léxico considerable de origen no indoeuropeo (por
influencia del hático y el hurrita) y la ausencia de
un complejo sistema flexivo (esperable en una lengua
anterior al griego homérico o al sánscrito, por poner
un ejemplo). Finalmente, entre 1915 y 1919, se
demostró que el hitita se trataba de una lengua
indoeuropea.
Las tablillas hititas
encontradas datan de los años 1400-1300 a.C. Se hallan
representadas en un tipo de escritura cuneiforme muy
parecida a la del acadio antiguo, en la que se
combinan los ideogramas y los elementos determinantes;
adicionalmente aparecen ciertos fonogramas que sirven
para señalar el caso nominal. Dentro de su sistema
fonológico, el hitita establece una oposición
contrastiva entre oclusivas sordas sencillas y
geminadas. También llama la atención la ausencia de la
vocal /o/. Dentro de la flexión nominal se distinguían
dos números (singular, plural), dos géneros (común,
neutro) y siete casos (nominativo, acusativo, genitivo,
dativo, locativo, ablativo, instrumental). Su sistema
verbal era bastante sencillo, ya que únicamente poseía
dos voces (activa, media), dos modos (indicativo,
imperativo) y dos tiempos (presente-futuro, pretérito).
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